LXX

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Al entrar al lugar, Rubius vió la cabellera mojada de Vegetta desde la puerta, y se detuvo un segundo en el umbral

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Al entrar al lugar, Rubius vió la cabellera mojada de Vegetta desde la puerta, y se detuvo un segundo en el umbral.

Los brillantes y adorables ojitos de Vegetta lo miraron un momento, y Rubius comenzó a sentir su corazón latir más rápido.

Sus miradas se encontraron por un segundo, aunque el menor fue quien apartó la vista primero.

Rubius pensó en huir, pero le había dicho a Luzu que se quedaría allí.

Así que corrió la puerta a su espalda, cerrándola, dejando la toalla a un lado, un poco alejado de los bordes, y dudó un momento en meterse o no.

Miró a Vegetta, quien le estaba dando la espalda, flotando cómodamente en la parte mas profunda.

Suspiró por lo bajo, antes de sentarse, dejando sus piernas dentro del agua.

— ¿No estabas con Quackity?— le preguntó, sólo para cortar la tensión.

— Fue al baño— respondió Vegetta.

Rubius asintió, por más que el chico no lo vió.

— Luzu estaba en el baño, así que tardarán un rato.

Vegetta no respondió.

Tuvo más ganas de irse, aunque esperó unos segundos para levantarse, acercándose a la puerta.

Vegetta se dió cuenta de aquello, aunque no lo demostró, se sentía mal.

Rubius tomó la manija de la puerta, pero apenas pudo abrirla unos centímetros cuando está volvió a cerrarse de golpe.

Intentó abrirla de nuevo, pero la fuerza de otra persona no lo dejaba.

— ¡No se van hasta que se arreglen!

— ¿Luzu? ¡Deja de incluirnos siempre en tus planes!

— Deja de caer siempre en mis planes— contraatacó.

— ¡Mierda! ¿Cuánta fuerza tienes?— Rubius seguía intentando, pero ya no por escapar, sino porque alguien la estaba reteniendo.

— Es un dos contra uno, bobo.

— ¿Dos?

— Quackity— afirmó Vegetta, desde el agua.

Rubius soltó la puerta con brusquedad, ya cansado de todo esto, encajando todas la piezas en su cabeza.

Si ese era un impulso por parte de sus amigos para arreglar las cosas, sentía que no estaba listo.

La miró un momento, juntó valentía antes de voltearse y volver a caminar hacia la piscina, rápidamente y con decisión.

Siempre, en lo que respectaba a Vegetta, se sentía nervioso, muy inquieto, y había costado bastante para que se acostumbrara a los besos o mimos cuando estaban a solas, pero en temas serios, importantes, de la relación (incluso en el momento de confesarse) simplemente no sabía cómo reaccionar.

Sintió sus manos temblar, se metió en la piscina, pero el agua pareció llevarse toda su valentía, y se congeló ante la mirada de Vegetta.

— No hables conmigo si Luzu te está obligando— dijo el otro—. No tienes que hablarme si no quieres.

Quiso disimular con una tos cómo su voz se quebró al final, pero no pudo.

Rubius se mordió el labio, sentía su corazón estrujado.

— No, Luzu está ayudando, yo le pedí ayuda— habló, captando la mirada de Vegetta—. Porque soy muy inseguro para hablar, y tengo miedo de perderte si vuelvo a cagarla...

Mirando directamente a los ojos de Vegetta, continuó.

— No debí dejarte así el otro día, estuve mal, fuí horrible— Vegetta sólo lo miraba, esperando cada palabra—. En verdad, me gustaría que tuvieras tanta fé en ti mismo, en el tratamiento, y en volver a caminar como yo tengo... Porque sé que puedes lograrlo.

Los ojos de Vegetta se llenaron de lágrimas.

— Pero es tú decisión, y es algo que entendí tarde— continuó, Rubius comenzó a acercarse con lentitud a Vegetta—. Te grité, y te dije las cosas mal porque... No sabía escucharte, y tampoco apoyarte, no digo que sea un experto ahora, pero... Dime, por favor, porqué no quieres seguir.

Vegetta se mordía el labio nervioso, un hipido de llanto escapó de ellos.

Rubius, inconsciente, se acercó más a él, colocando sus manos en la cintura de el otro, dándole apoyo.

— Tengo miedo— respondió Vegetta, mirándolo con los ojos desbordantes de lágrimas, que le rompieron el corazón—, de decepcionarme, ¿Y qué si no funciona? ¿Y qué si sigo en silla de ruedas toda mí vida porque ese tratamiento, ese esfuerzo, todo... Fue en vano?

Rubius se sintió aún peor.

Tirando de ambos hacia la parte más baja, lo suficiente para que pudieran hacer pié, abrazó a Vegetta con todas las ganas, dejando que llorara, sin poder evitar que unas lagrimas se le escaparan también.

— Ante cualquier cosa que decidas, te acompañaré— habló Rubius—. Si no querés seguirlo, seguiré a tu lado. Y si quieres... Voy a estar ahí para pelear contra tus miedos, yo creo que lo lograrás, y aunque no sea así... Seguiré a tu lado igual, te querré igual, todo seguirá bien.

Vegetta calmó un poco su llanto con esas palabras, se apartó un poco del abrazo para mirarlo, el agua llegaba hasta sus hombros, así que podía permanecer de pié, delante de su chico, mirándolo frente a frente.

Encontró que se sentía muy bien, y sonrío, no sabía lo tanto que necesitaba escuchar un apoyo como ese.

— ¿Me perdonas?— preguntó Rubius.

Vegetta asintió, tomando las mejillas de Rubius para besarlo con lentitud.

Vegetta asintió, tomando las mejillas de Rubius para besarlo con lentitud

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Mute ๑ Luckity ①Donde viven las historias. Descúbrelo ahora