8.- Verdades

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Para cuando terminaron de comer, Guillermo hizo a sus hijos salir de esa casa, sobre todo porque no dejaban de atosigarle con preguntas que para nada respondería o por lo menos no en esa ocasión.

Tuvo que llevarlos casi a rastras a unas canchas que se encontraban a un par de cuadras de la casa, si se perdían de regreso para él mejor; sus cachorros lo miraron casi espantados y el mayor quería reírse en sus caras.

Sus hijos eran unos casos que daba casi por perdidos pero esperaba que estuvieran bien jugando con los demás chicos que estaban en las canchas, quienes los veían raro tanto por el olor y la ropa que llevaban usando, uno de ellos incluso les gritó: "¡Una retas y por cada que pierdan nos dan una garra suya!"

Guillermo se carcajeó antes de marcharse, haciéndoles prometer que se darían mínimo una hora en ese lugar y los menores no tuvieron de otra, además de que no podían decirle que no a una reta de fútbol, eso contentó un poco al Alfa, de igual forma necesitaba hablar con Lionel antes de que las cosas se... complicaran.

Al llegar a la casa se llevó la sorpresa de que su Omega había recogido un poco más, y él no queriendo quedar atrás se propuso a lavar los trastes; cuando ya estaba por empezar sintió uno brazos rodeando su cintura por detrás.

—¿Y los cachorros? —Murmuró contra su espalda, un tanto enroquecido pues estaba durmiéndose antes de que Ochoa llegara.

—Quisieron echarse unas retas, no es lejos de aquí, tranquilo. —Respondió en el mismo tono. —Regresarán antes de que oscurezca.

—Guille dejá eso, podés lavarlos en la noche. —El lloriqueo del menor solo le hizo sonreír más; a diferencia de con sus hijos, no le molestaría mimar aún más a Lionel.

Alejó sus manos del lavabo y se estiró para alcanzar un trapo y secar sus manos, dejó la tela donde mismo y se giró para ver a su marido quien para su sorpresa llevaba una playera suya puesta y podría jurar que solo portaba eso y su ropa interior.

No lo culpaba, si a él le quedara la ropa de Lionel haría lo mismo, sobre todo luego de un largo mes el uno sin el otro, estaba tan necesitado por el Omega, ya no podía ni quería negarlo.

—Listo, ahora soy todo tuyo... —Le dijo de manera lenta, inclinándose para dejar su rostro escondido en el cuello del menor quien no dudó en darle el espacio necesario a su esposo mientras él recorría sus brazos por su nuca, acariciando su cabello en el proceso.

—Te extrañé mucho. —Declaró finalmente, no se había permitido demostrarle ese sentimiento al mayor, pero finalmente se sentía a salvo al volver a estar entre sus brazos.

El mayor sonrió y dio un suave beso en la marca que los unía. —Y yo a ti, mi vida, no te imaginas cuánto... el nido dejó de ser suficiente a la semana.

—Por lo menos vos tuviste uno, usar tu ropa tampoco fue suficiente... no quiero volverme a ir. —Finalmente abrió sus ojos, su mano se aferró más a la rizada cabellera. —No es bueno para nosotros...

—Oh, Leo... si tan solo fuera tan sencillo...

—Guille no quiero volver a alejarme de ti así, es una tortura, te quiero a mi lado... no sabes cuánto.

Lo sabían, el hecho de llevar tantos años enlazados a veces complicaba y beneficiaba las cosas, este era un ejemplo de lo primero y es por eso mismo de que estaban tan acostumbrados a la presencia del otro que cuando se separaban podían pasarla realmente mal.

Sabían que no podían dejar de viajar así, pero eso no quitaba la agonía que sentían al verse partir mínimo tres veces al año el uno al otro, aunque nunca había sido por tanto tiempo hasta ahora.

—¿Podemos hablar eso luego? Yo... siento que tengo tantas cosas por contarte que podría explotar. —Pidió con toda la delicadeza posible, pero ni eso evitó que el Omega se tensara de abrupta manera, se separó un poco para ver su rostro.

—¿Guille?

Fue interrumpido por un rápido beso. —Todo está bien, descuida...

Bajo la suave voz de su marido, Lionel se dejó llevar hacia la habitación que compartirían que si bien no era nada comparado a los lujos que ambos acostumbraban, el Omega encontró una sensación de calidez en el cuarto.

—¿Hice algo mal? —Fue lo primero en preguntar, sintiéndose culpable, quizás sugerirle ir a ese lugar fue mala idea, quizás su Alfa no quería recordar lo vivido ahí, quizás, quizás...

—¡No! No, no, mi amor, todo bien contigo, con nuestra relación y con los cachorros, todo está bien. —Tomó de inmediato sus manos con cuidado, buscando transmitirle tranquilidad.

—¿Entonces? ¿Por qué has estado actuando tan... raro desde que llegamos?

Guillermo mordió un poco su labio inferior, soltó las manos del menor para llevarla a una de sus mejillas, acariciando la zona con suavidad y viendo como el contrario se restregaba contra su cálido tacto.

—Nunca te platiqué de mis abuelos, ¿cierto? —Preguntó enfocado en seguir con su suave toque. Messi aún así negó. —Es que, así como hablas de la tuya y dices que me habría adorado, a mí me da vergüenza contarte sobre lo que ellos opinaban sobre ti, y nuestra relación.

El Omega se separó para mirarlo con confusión, una muy clara. —Pensé que ni siquiera habían sabido de mí...

—Lo hicieron, mi madre les contó y ellos, bueno —desvió su mirada con cierta irritación— quisieron arreglarme un matrimonio con una Alfa que ni siquiera recuerdo, les valió madres que tú fueras mi destinado.

Lionel se apartó aún más; siempre que había conocido a la familia de su Alfa resultaban ser personas dulces y que ahora le dijera eso le estaba haciendo hiperventilar.

—P-Pero hablaron con ellos, ¿no? Algo... algo pudieron haber hecho, yo-

—Leo, no es tan sencillo...

—¿Por qué me decís que ellos me odiaron hasta ahora? ¿Por qué esperar?

—¿Qué querías que te dijera? Leo, ellos te hubieran hecho lo peor, nunca me hubiera perdonado si alguien te hacía daño.

—Guille...

—Haber venido aquí servirá para más de una cosa, ya no quiero seguir guardando estas cosas, Leo...

El menor lo miró curioso e incrédulo, ¿qué tanto escondía la familia de su pareja? Y sobre todo, ¿él sería parte de ese mundo de engaños?

The Family JewelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora