9.- Cancha

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Luego de que tres jóvenes fueran abandonados a su suerte por su cruel padre en unas canchas feas, grafiteadas y que le faltaba una portería estaban aterrados, ni siquiera pretendían sentarse en las bancas de concreto pues sabrá Dios de qué tanto estarían manchadas.

¿Notaron el dramatismo?

Su realidad era otra, al menos en el principio; Guillermo dijo que iría por ellos porque no confiaba en su sentido de la orientación... sobre lo demás, las instalaciones sí estaban horribles pero por lo menos no había tanta gente.

Pero quienes estaban los miraban entre burlones y despectivos, algunos quizás pensando en cómo los asaltarían.

—¿Creen que sea buena idea aceptarles la reta a esos weyes? —Pregunta Kevin, comenzando a aburrirse.

—El tío Javier siempre dice que esas se deben de aceptar.

—Diego, el tío Javier dice demasiadas cosas. —Remarca el mayor. —Y creo que ni él estaría de acuerdo con que juguemos con unos weyes que en otra situación nos asaltarían.

—Yo sí quiero jugar. —Mencionó Julián. —No creo que nos quiten nada como ellos dijeron... se ven... ¿simpáticos?

—¿Ya entendiste porque nunca dejamos que tú mientas? —Diego miraba con el ceño fruncido a su hermano. —Yo también quiero jugar, no quiero sacar el teléfono aquí o valdremos verga.

Kevin ya no tenía de otra. —Bien, solo jugamos hasta que mi papá venga... y buscamos el puesto que de dulces que dijo mi mamá, también quiero paletas.

Ya no tuvieron demasiado tiempo para discutir, en cuestión de minutos ya se encontraban negociando con el trío de jóvenes que los habían incitado a jugar aunque la mayoría de su conversación había sido burlas hacia ellos.

Pero los tres fresitas terminaron jugando, perdiendo por nada y uno de los otros jóvenes le insistía demasiado a Diego con que mínimo le diera sus zapatos pero el Omega se negó de inmediato y casi lo manda a saludar a la suya.

Situación que hizo reír un poco a los demás.

Hasta que llegaron a una propuesta que les alteró demasiado.

—¡No vamos a beber con ustedes! —Se negó de inmediato Kevin, dio unos pasos hacia atrás. —Mi papá no tardará en venir y si nos cacha se va a encabronar...

—Oigan sí es cierto, ustedes ni de pedo son de por aquí, ¿qué hacen en una colonia como ésta, fresitas? —Preguntó con burla el único Alfa presente frente a ellos pues los otros dos eran Betas.

Los hermanos no supieron que decir en ese momento, ¿cómo explicarían su situación?

—Nuestros abuelos vivían por aquí... vinimos a su casa. —Terminó diciendo Kevin.

—¿Nuestros? Pérate, ¿son hermanos? —Intervino uno de los Betas.

—¡Pues sí!

—Ustedes dos se parecen un poco —señaló a Kevin y Julián— el enano seguro es adoptado.

Diego no necesito escuchar eso dos veces, intentó acercársele al Alfa que se burló de él con no muy buenas intenciones pero fue retenido de inmediato por sus hermanos.

—Chiquito pero bravo, ¿cómo te llamas, chaparro? —Aquel Alfa sí que se estaba divirtiendo con Diego.

—Te vale madres, pendejo. —Responde el Omega, quien se encontraba especialmente disgustado por ese Alfa.

—Uh, flor, perdón por pisarte.

El menor volvió a gruñir y sus hermanos sabían que no podían soltarlo todavía.

—No, ya en serio dígannos mínimo sus nombres o seguiremos diciéndoles fresitas.

—El enano es Diego, el otro es Julián y yo soy Kevin. —Se encargó de presentarlos.

Parecía que sus padres nunca les habían dicho que no debían de hablar con extraños pero bajo la lógica de Kevin no sucedería nada, pues los acababan de conocer y juraba que nunca los verían de nuevo.

—Bueno, fresitas, estos dos weyes son Hirving y Carlos, yo soy Edson. —Se presentó el otro Alfa con ellos, aún no le quitaba la mirada de encima a Diego y eso no le agradaba a sus hermanos.

—Sus nombres me suenan de algún lado... ¿cómo se apellidan? —Preguntó el tal Carlos.

Pasaron saliva, Julián fue quien respondió esta vez. —Ochoa Messi...

Abrieron sus ojos sorprendidos y sin nada pizca discreción volvieron a barrerlos. Su ropa se ensució mientras jugaban pero el supuesto prestigio que les daban seguía ahí; sabían de el famoso tequila de Guillermo Ochoa, más cuando ellos eran de la tierra natal de aquel Alfa, pero nunca hubiesen visto venir que jugarían una reta con sus hijos.

—Vete a la verga, nos chingamos a los hijos del tequilero en unas retas. —Dijo Hirving, sin pensarlo demasiado claramente.

—Lo hiciste sonar muy mal, pendejo. —Regañó Edson para luego mirar a los tres jóvenes. —Disculpen a mi compa, está medio wey a veces.

—No estamos hablando de lo pendejo que está Hirving. —Cortó de inmediato Carlos, ganándose risas de todos menos del otro Beta. —¿Sus papis los perdieron o por qué están aquí?

—Bueno...

Nuevamente, ¿cómo explicarían esto también? Sin saber ni por dónde comenzar ni qué tantos detalles omitir Julián fue quien habló.

—Nuestro viejo nos trajo a conocer una casa que era de nuestros abuelos.

Esperaban no seguir siendo inundados de preguntas, pues ya habían dado información más que suficiente.

¿A qué hora iría Guillermo por ellos?

—¿Qué casa es esa?

—No lo sé wey, todas se parecen. —Reprochó Diego.

—Ustedes no durarían ni una hora vivos aquí. —Se burló Hirving. —¿Cómo le van a hacer para regresarse?

—Mi papá va a venir por nosotros.

Los tres locales los miraron incrédulos hasta que Edson habló. —Son unos inútiles.

—¡Todas las calles aquí son iguales!

—¿Y no reconocerían la camioneta lujosa de papi o qué? —La sarcástica pregunta fue acompañada por una risita de parte de Carlos.

—¿No tienen a quién más estar chingando? —Kevin también comenzaba a fastidiarse.

Parecieron pensarlo. —No, no de momento.

Esa sería una larga tarde.

The Family JewelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora