10.- Primera explicación

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Lionel se encontraba demasiado tenso, su boca se había secado y no se había movido más de dos metros en toda la habitación.

Rechazó el tacto de su Alfa cuando este se acercó a intentar tranquilizarlo; nunca lo había hecho y le dolió demasiado hacerlo así como a Guillermo le dolió que hiciera eso.

Trató de entenderlo y sabía que Messi no estaba enojado con él o con miedo, ¿a qué podría temer, cuando la única amenaza verdadera hacia él llevaba casi veinte años cuatro metros bajo tierra?

Simplemente estaba aturdido, para nada estaba en sus planes ser él quien recibiera un golpe emocional así de grotesco.

—Leo, mi amor... —La suave voz del rizado le hizo levantar su mirada que se encontraba perdida en algún punto del suelo. —Perdóname yo no- no quería que esto sucediera, pero no me sentía bien ocultándote algo así...

—¿Te hace sentir mejor, que ahora yo sepa que la familia de mi Alfa, de mi esposo y padre de mis hijos nunca me quiso en tu vida? —Su mirada y voz tan neutrales enviaron un escalofrío a su cuerpo.

—No, no lo hace. Y si a mí me hace sentir horrible no me imagino lo que pasa por tu mente ahora mismo...

—Guille... ¿tus padres sí me querían? —La mirada del Omega cambió al instante, mostrándose abatido en demasía, a punto de romper en llanto.

A Lionel le rompería el corazón saber que sus propios suegros no lo querían en la vida del rizado; Lionel los veía como unos segundos padres a ellos, dado que los suyos estaban hasta el sur del continente y él era demasiado joven, sin una madre o padre verdaderamente presentes en su vida en un momento crucial de la misma.

Hasta que llegaron los señores Ochoa y lo recibieron con cariño en su hogar y con la total aprobación para estar con su hijo, se rehusaba a creer que todo ese afecto fuera falso.

Guillermo volvió a acercarse para tomar una de las suaves manos del argentino, ésta vez no fue rechazado por este. —Ellos te adoraban, de eso no tengo ni una sola duda. —Afirmó, ver los ojitos cristalizados de su Omega estrujó su corazón. —El problema no somos nosotros o mis padres, fueron mis abuelos quienes nunca lo aceptaron.

—¿Por qué no les dijeron nada? Vos pudiste hablar con ellos, tu viejo, algo...

—Leo, mi familia estuvo llena de Alfas antes de mis padres, ni siquiera mi padre los podría enfrentar, mucho menos yo con menos de veinte años. —Ahora estaba acariciando la mejilla del menor. —Y si no insistieron respecto al tema fue porque la edad no les dio para más.

—Vos mencionaste algo de un matrimonio... —Arrugó un poco su nariz, Guillermo se retuvo demasiado de besarlo en ese momento. —¿Cuántos años tenías?

—No fue mucho antes de conocerte, vi a esa chica pocas veces, por supuesto que era una Alfa, yo creía que eran homofóbicos y ya, por eso cuando te conocí aún andaba con Karla pero ni siquiera a ella la aceptaron. —Vio otra vez ese adorable gesto en su esposo y evitó sonreír. —Pero luego un hermoso argentino llegó a mi vida y creo que el resto de la historia ya te la sabes...

—Eso no quita muchas cosas, Guille. —Suspiró buscando relajarse. —¿Ni siquiera intentaste negarte a todo lo que decían?

Guillermo negó mientras bajaba su mirada, era absurdo que él, habiendo estado en la edad de la rebeldía no pudo ni siquiera sostenerle la mirada a un Alfa viejo como lo era su abuelo.

—No podía oponerme y mis padres tampoco lo hicieron, mi mamá tampoco tenía palabra ahí por ser una Omega...

Otro balde de agua fría para Lionel, ¿cómo podían dos seres humanos albergar todo lo que él detestaba? Agradecía que la mentalidad Alfista se fuera desvaneciendo pero ahora comenzaba a sentir náuseas.

—Guille...

—¿Qué pasa?

—Tus abuelos eran unos hijos de las re mil putas.

El Alfa no retuvo su carcajada ante lo dicho, sabía, claro que lo hacía. Y por saberlo es que mantuvo esa etapa de su vida totalmente oculta de su Omega y no estaba en sus planes contárselo en un futuro, pero dadas las circunstancias le pareció buena idea soltar al fin la sopa.

—Lo sé, mi vida, lo sé, pero mira el lado bueno.

Lionel alzó su ceja. —¿Existe?

—Claro que lo hace. —Se defendió. —No pudieron separarnos, ni mal influenciarme o a mis padres, estaba culero lo que hacían y decían pero nunca pasó a mayores.

Messi se separó nuevamente, su marido tenía razón pero el enojo no se lo iba a quitar pronto, además de que tenía una pequeña gran duda todavía.

—Si tan hijos de puta eran, ¿por qué tenés un cuadro de ellos en el comedor?

La sonrisa de Guillermo se borró y desvió su mirada, sintiéndose entre avergonzado e idiota pero tuvo que ideárselas para mentirle a su Omega. —Mis padres lo pusieron ahí, no puedo solo agarrar y quitarlo... no sería correcto.

Un fuerte suspiro del argentino se escuchó. —Guille... lo siento, pero necesito tiempo para digerir esto.

—Lo sé, lo sé, te daré tu espacio si quieres, yo-

Fue interrumpido por un chillido de parte de su Omega. —¡Eso es lo que no quiero! ¡Guillermo, sos mi Alfa, haz algo!

—Leo-

—¡Me acabás de decir que tus abuelos me querían lejos de ti y luego me decís que me podés dar mi espacio! ¿¡Sos boludo o te falla!?

El mayor estaba perplejo, pocas veces había visto de esa manera a Lionel, eran contadas de hecho y el número no apenas llegaba a cinco, y dos de esas ocasiones resonaban mucho en su cabeza pero mencionarlo solo empeoraría las cosas.

—Está bien, está bien... —Se acercó con cierta cautela hacia el menor que seguía todavía bastante tenso, a punto del llanto pero ni siquiera así dejaba de lucir adorable.

Guillermo se relajó y le sonrió un poco a su Omega antes de estrecharlo entre sus brazos, donde comenzó a escuchar pequeños sollozos provenientes de él.

Fue una tarde algo... intensa.

The Family JewelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora