16.- Tianguis

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Los cachorros tardaron un par de minutos más en regresar a la casa, Diego venía reclamándole algo a los otros dos Alfas, su padre les abrió la puerta mirándolos con curiosidad pero por lo menos habían conseguido el pan.

—¿Fueron a hacer el pan o qué?

—Nos perdimos y Kevin tardó un chingo en ver el mensaje de mi mamá. —Reprochó Diego dejando la bolsa encima de la mesa. —Trajimos bolillos, estos quieren tortas de milanesa.

Guillermo arqueó su ceja. —Para la comida, el almuerzo ya está elegido y no quiero quejas.

—Por favor dime que no son huevos a la mexicana. —Imploró el mayor de sus hijos.

—No lo serán pero ahora échense un pan, su madre y yo saldremos por las cosas del almuerzo y chance de la comida.

Lionel ya estaba cabeceando en el sillón, seguía sintiéndose muy cansado y aunque no quería levantar sospechas frente a sus hijos, le estaba resultando demasiado complicado.

Julián lo miró confundido. —¿Dormiste mal?

Entonces el Omega reaccionó y les brindó una tranquilizadora sonrisa mientras se levantaba para acercarse a su cachorro. —No Juli, solo he viajado mucho en estos días, todavía no me recupero, eso es todo.

—Puedo ir yo con mi papá para que descanses. —Se ofreció el mayor de las crías.

Su madre les miró con cariño, una preocupación así era común de los Alfas y aunque Diego no decía nada, su angustiada mirada expresaba más que suficiente, Lionel se sintió profundamente amado en esos momentos, era lo que sus instintos anhelaban.

Tomó las mejillas de Kevin y Julián con Diego entre ellos, su mirada se paseó entre sus tres hijos.

—Ya fueron por el pan de su padre, caminar me hará bien así que no se preocupen y desayunen algo, ¿sí? —Pidió con calma, mirándolos con dulzura. —Ayer les compramos de la leche que les gusta junto con un sobre de chocolate en polvo.

Guillermo se infló en orgullo y ternura. Orgullo al ver a sus hijos preocupados por su madre, buscando su bienestar; y ternura al ver los tratos del Omega hacia ellos, una dulzura que solo una mamá podía expresar a sus bebés.

—Está bien... —Cedió Kevin, luego miró a su padre. —Cuídalo mucho, si se siente mal regrésense.

Ante eso el mayor frunció su ceño y se acercó a ellos para separar a su pareja de los menores. —Fue mi Omega antes que su madre, irreverente.

—Ya, —intervino el argentino. —desayunen, trataremos de no tardar.

—Sí, má'. —Respondieron al unísono Kevin y Diego, su otro hermano ya estaba esculcando la bolsa de pan pero los otros dos no lo dejaron continuar.

El matrimonio salió no sin que antes el Alfa tomara una bolsa roja con el logo de una tortillería en ella. Sus hijos esperaron a que la puerta fuera cerrada para fulminarse entre sí con sus miradas.

Todo porque en la panadería solo hubo una dona de azúcar y ese era el pan favorito de los tres.

Generalmente cuando Lionel y Guillermo salían trataban de pasar lo más desapercibidos posible, aunque era difícil considerando las características de ambos. Ésta vez no estaba siendo la excepción, aunque ellos no se ayudaban del todo y tampoco tenían muchos puntos a su favor.

Una pareja así era llamativa por si sola. La diferencia de sus tamaños, en sus tonos de piel, las marcas que ni siquiera intentaban ocultar; lucían como lo que eran, una pareja orgullosa del otro y sobre todo, poderosa.

El Omega pasaba de manera menos discreta, llevar una playera de su Alfa puesta ocultaba esos atributos propios de su casta y que al quedarle tan holgada era perfecta para mostrar su bella marca, aunque los muy costosos lentes de sol que traía no lo ayudaron demasiado.

Por otro lado Guillermo parecía turista con unas bermudas negras y una playera blanca, a diferencia de su esposo él no tenía mucho que temer al ser reconocido, aunque su preocupación ahora mismo era Lionel.

Si por alguna razón alguien lo reconocía y empezaba a hostigarlo no dudaría en llevar a su Omega hacia donde pertenece, a su nido junto a él.

No parecía ser la situación, todo iba bien mientras paseaban entre los distintos puestos de frutas y verduras.

—¿Quieres que llevemos de una vez cosas para los demás, amor? —Preguntó Guillermo, tenía una charola de jícama picada y preparada que le estaba haciendo ojitos.

—Dijeron que querían tortas, ¿no pensás que es llevar mucho por ahora? Y solo tenés esa bolsa...

—Estaremos aquí unos días. —El Alfa miró a la mujer que atendía el puesto. —Disculpe, ¿cada cuánto se ponen?

—Cada tres días joven.

Guillermo miró a su Omega, le pasó aquella charola con jícama. —Elige lo que quieras llevar, yo pido lo de las tortas y compro otra bolsa si se ocupa, vi una carnicería que nos queda de regreso.

Lionel asintió con nerviosismo, no recordaba la última vez que había pedido algo en tianguis ni mucho menos sabía pedir en cantidades para toda su familia.

Miró toda la variedad de frutas mientras mordía su labio, a lo lejos escuchaba a su Alfa pidiendo rápido y claro lo que quería y eso solo lo presionaba más—Yo... uh... Guille...

—¿Qué pasa? —Notó como el menor no llevaba nada en brazos ni cerca suyo, le dio una comprensiva mirada. —¿Quieres que lleve manzanas?

El Omega asintió. Tardaron más tiempo del esperado, Lionel moría de vergüenza por aquello, sobre todo porque era ridículo que fuera a entrevistas y conferencias masivas pero no puede pedir un kilo de uvas en un mercado.

Al final Guillermo terminó con dos bolsas llenas de frutas y verduras, no dejaría que su esposo cargara cosas en su estado y solamente le dijo que podría llevar las de la carne.

—¿Hace cuánto no teníamos una cita en un tianguis? —Preguntó con diversión el rizado.

—Desde antes que nacieran Diego y Juli, tenía un antojo y fuimos por él a un tianguis, mi suegro se quedó cuidando a Kevin...

—No recuerdo bien qué era pero quiero que sepas que yo iría a cualquier tianguis con tal de cumplirte un antojo, mi amor.

El Omega ronroneó de felicidad y se apegó más a su esposo.

Cuando llegaron a la casa, toda la paz que sentían se esfumó al ver a Diego forcejeando con Kevin por lo que solía ser una dona.

The Family JewelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora