13.- Despertando

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Lionel durmió aferrado a su Alfa, solo así obteniendo una sensación de tranquilidad junto a su pareja que, aunque no estaban acostumbrados a dormir así no le molestó, después de todo el Omega no se alejaría de él en los próximos meses.

Un sentimiento de nostalgia lo invadió al despertar, sintiendo como aún el menor se mantenía abrazado a él como un koala, no tuvo corazón para interrumpir su sueño en su momento, solo veía el pacífico rostro descansando y recordaba las primeras mañanas que compartieron juntos.

Su Omega era inquieto al dormir salvo cuando quería sentirse protegido por él, ahí permitía que Guillermo lo abrazara toda la noche para resguardar sus sueños, justo como ahora.

¿Estaría soñando con sus cachorros? ¿Con su próximo bebé?

Resultaba emocionante para Ochoa pensar en el futuro de su familia a partir de ahora, pasando de ser cinco a seis, de tener que lidiar con adolescentes y un bebé al mismo tiempo, dividir su tiempo aún más pero no le molestaba, no si era por sus cachorros.

Aunque aún estaba el detalle de cómo decírselos, sabía de sobra que ellos no quieren más hermanos y que difícilmente se llevan bien entre ellos o eso dicen; sus padres saben todo el amor que se tienen, pero no los presionan para expresarlo.

Esa era su mayor preocupación ahora mismo junto a su Omega pero conocía a Lionel de casi la mitad de su vida, era un hombre cuidadoso y dedicado, eso lo fue desde joven y durante sus embarazos siguió todo lo que le indicaron los médicos, este no tendría por qué ser diferente.

Sonrió al sentir como el argentino se movía y poco a poco iba despertando, abriendo sus ojitos y encontrar la imagen de su Alfa mirándolo con ternura.

—Guille...

—Buenos días, mi vida. —Murmuró acariciando el lacio cabello. —¿Cómo te sientes? ¿Descansaste bien o quieres dormir más?

—Estoy bien. —Respondió incorporándose en la cama. —Fue... raro considerando el tipo de cama a la que estoy acostumbrado, pero no fue nada malo, tranquilo.

—¿Y de lo otro? —Aunque le alivió que el Omega no protestara por la dura cama, desearía poder estar en mejores condiciones para poder mimarlo.

Lionel dio pequeños toques en su vientre y sonrió. —Estamos bien, ¿y vos? Anoche yo... perdón, no quería discutir...

—No hay bronca. —Le animó el mayor. —A veces jugamos por mucho tiempo al matrimonio perfecto y necesitamos nuestros desahogos, así que tú tranquilo y yo nervioso.

Guillermo se levantó de la cama y se estiró un poco mientras bostezaba, Messi se volvió a recostar soltando un pesado suspiro.

—¿Cómo les diremos esto? —Pensó en voz alta el Omega, el rizado suspiró.

—No lo sé. Pero sea como sea tendrán que aceptarlo.

—Guille no quiero que mis bebés me odien por esto... —Comentó con tristeza y un puchero en sus labios. —¿Qué vamos a hacer si se enojan?

—Esperar a que se les pase. —Respondió el Alfa mientras se vestía. —Si son tan irritables como irritantes es porque son adolescentes y nada les parece si no es a su manera y su manera es ser solo ellos tres y a la vez ninguno.

Lionel no parecía tan confiado como su pareja, el miedo de que sus hijos se molestaran por su embarazo era real ya que hace algunos meses, cuando sus instintos estaban más descontrolados por estar esperando otro cachorro, lo insinuó y solo recibió respuestas negativas y un casi ultimátum.

No sabía qué pensar, se sentía inquieto y eso no era bueno dada su condición.

A veces no entendía cómo es que su Alfa los comprendía.

—¿Cómo hacés para saber cómo son así?

Se escuchó una floja risa. —Porque yo también fui un adolescente al que nada le parecía y un caprichoso de primera.

—¿Vos caprichoso? Si no me lo decís no lo notaba. —Resopló con sarcasmo el argentino, ganándose una carcajada de su esposo que estaba sentado en el borde de la cama y acariciaba una de sus piernas.

—¿Qué querías que hiciera? Un Omega tan bonito tenía que ser mío.

Messi le sonrió y después le mandó un beso.

—Andá a levantar a los cachorros, creo que trataré de dormir un poco más. —Se acomodó nuevamente en la cama, abrazando la almohada que usó su marido durante la noche.

—Este te está agotando más que los otros dos.

—Eso y que viajé más de lo que me gustaría en los últimos días... estoy muy cansado, Guille. —Se sinceró.

—Yo me encargo de todo por aquí, amor, tú relájate y cuida a nuestro garbancito, ¿sí?

—Sos el mejor.

Guillermo le sonrió antes de salir del cuarto y dejar a su Omega descansando un poco más.

La sala quedaba casi enseguida, por lo que sin molestarse demasiado destapó a su hijo mayor esperando que comenzara a despertar, luego fue a la habitación de los mellizos para repetir lo mismo, les daría tres minutos y si no despertaban recurriría a otras medidas.

El ruido en la cocina era una de ellas, se aseguró de hacer el suficiente bullicio mientras encendía la estufa para calentar agua y abría un mueble que claramente necesitaba aceite para las puertas.

Funcionó su técnica, segundos después un somnoliento gruñido se escuchó desde el sillón mientras un bulto se movía en este con pesadez.

—Alexa, baja el volumen... —Refunfuñó Kevin buscando de nuevo la cobija. Guillermo se acercó para impedírselo.

—Sigues en la vida humilde, Kevin, ahora levántate y ve a comprar pan dulce a ver si aún alcanzamos.

Como si le hubieran dado una trágica noticia, el Alfa más joven abrió sus ojos de golpe y se enderezó con rapidez. —¿No fue un sueño?

Su padre lo miró burlón. —Para su suerte, no, ahora ponte tus chanclas y ve por el pan que no pienso tomarme mi café sin algo más.

—No sé dónde está la tienda...

Guillermo parpadeó algo perplejo, ¿en serio eran tan inútiles sus hijos, que ni siquiera haría el esfuerzo para buscar una tiendita o panadería?

Fue a la habitación de los mellizos mientras tecleaba algo en su celular; seguían dormidos así que colocó el teléfono entre las cabezas de ambos y el himno nacional a todo volumen fue lo que les despertó de un sobresalto.

Diego se cayó de la cama y Julián por instinto casi le soltó un golpe a su padre.

—Buenos días, salgan a buscar una tienda o panadería y que sea antes de que se me enfríe el café. —Fue lo único que les pidió antes de salir del cuarto, Kevin fue con sus hermanos.

—¿Desde cuándo le gusta el café en las mañanas? —Preguntó Diego, levantándose del piso.

—Supongo que desde que no se puede hacer sus tés todos raros aquí... —Murmuró Julián buscando sus zapatos.

—Muero de ganas por saber qué hará de almuerzo hoy.

Su primera mañana ahí sería algo interesante de ver.

The Family JewelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora