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Escondido en las esquinas de la biblioteca más grande del reino, existe un estudio al que solo pueden acceder la familia real y unos pocos privilegiados. Pero la única alma que puede ser encontrada ahí... Es Jungkook, con su nariz enterrada en los libros.

Me saluda con un simple "está aquí de nuevo, señor" y luego sus ojos se mantienen pegados a un libro mientras le cuento sobre las cosas que vienen a mi mente. Le cuento las cosas que ocurrieron la noche anterior, le cuento sobre las cosas que ocurrieron ese día, le cuento sobre las personas que conocí, sobre las cosas que me deleitaron y las cosas que me molestaron.Y aunque este callado, sé que me escucha. Lo sé porque ninguna página es pasada mientras le hablo...O así era... ¡Hasta que mis preciados descansos fueron alejados de mí!


[•••]


Jungkook caminaba por el establo del palacio, siendo guiado por un guardia y el cuidador del lugar. Observaba la gran cantidad de caballos que se encontraban en sus respectivos carriles, todos de distintos colores de pelaje y cabellos.


Que colección tan impresionante de caballos para el palacio. Tienen contextura fuerte y crines que relucen con lustre... Claramente todos de excelente linaje, supongo —Comentó Jungkook mientras se alejaban del establo, camino a el área de práctica.

¡Por supuesto! Solo cruzamos a los más finos y los criamos como si fueran nuestros propios hijos. Estas bellezas no son solo inteligentes, si no también dóciles —Contestó el cuidador de los caballos animado y con una acorazonada sonrisa en sus labios.

Ya veo —Dijo el pelinegro, observando a su alrededor distraídamente.

Veamos... ¿Estará un cierto Jeon Jungkook aquí para explicar por qué diablos termine limpiando mierda de caballo? —Irrumpió en la conversación el rubio príncipe, acercándose al pelinegro.


Un caballo se acercó al príncipe, dándose la vuelta y expulsando sus desechos en toda la cara del joven.
El pelinegro observo como la ceja y la comisura derecha de los labios temblaban, tratando de contener la rabia de la situación.

Recordando lo que había sucedido semanas atrás cuando recién llegaban de su viaje del ducado.


«El rey Daehyun se encontraba sentado en su gran e imponente trono de oro, recibiendo las noticias de uno de sus informantes.

— ¿Resuelto, dices? —Había preguntado el rey con el entrecejo fruncido.

— Si, su gracia. El duque Seokjin ha abierto las puertas que llevan al río y ahora el agua está siendo suministrada a los cultivos y a la huerta —Explicó el informante al rey, arrodillado y con el rostro contra el suelo en reverencia—. Creemos que de nuevo podremos recoger impuestos del ducado para finales del próximo año...

— Suficiente... —El rey le hizo señas al informante para que abandonara la sala, y así lo hizo, dejándolo solo—. Esto no fue obra del príncipe. No pensé que sacrificarlas tus vacaciones de la temporada para acompañar al cuarto príncipe a un viaje tan lejano. No estaba al tanto de que ustedes dos estuvieran tan familiarizados... Jungkook.

En pequeño pelinegro que se encontraba en la oscuridad de una de las esquinas de la gigantesca sala, mostró su rostro al rey, acercándose solo unos pasos. Sin evitar recordar la última semana que paso en el ducado junto al cuarto príncipe, celebrando su triunfo con el duque con un gran banquete al aire libre en la mansión de Jinetes. La imagen del rubio corriendo, jugando y riendo escandalosamente con los sirvientes y los guardias como si fuera alguien común inquietaban su corazón y lo hacían sentir una extraña calidez en su pecho.

The Golden KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora