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Todos los esbirros y seguidores del rey se encontraban detenidos y apresados en los patios por los rebeldes, sin posibilidad de salir o volver a entrar al palacio.

La guardia imperial había caído en la emboscada del incendio y no había quedado ni un hombre con vida dentro de aquella mansión.

Los herederos al trono, el segundo y tercer príncipe habían huido del país como ratas, ahora mismo se encontraban atravesando la frontera en un carruaje de emigrantes ilegales, haciéndose pasar por pobres con ropas viejas y rotas, cubriendo con velos sus dorados cabellos para que así no los relacionaran con la corona.

El primer príncipe yacía muerto en el suelo, asesinado a manos de su propio padre con la daga de su hermano menor.

Y Jimin solo había dejado atrás sus flores favoritas como recuerdo de su brillante y corta existencia; dientes de león.


— Aquí no hay nadie... Estas completamente solo —Culminó la voz grave del único príncipe que quedaba en Omelas, haciendo eco en el vacío salón principal del palacio.


En la mano derecha de príncipe descansaba su espada de acero negro, que en un firme movimiento quedó clavada en el suelo, justo al lado de la figura del rubio y su ahora moribundo padre.


— Me pregunto, ¿Cómo llegaste a este lugar...? Pero ahora todo está bien —Continuó Taehyung, ahora sosteniendo la daga en el estómago de su padre con ambas manos, haciendo presión y enterrándolo más profundo en el cuerpo contrario, robándole un gruñido de dolor al rey—. ¿Sabes una cosa? Yo no seré indulgente contigo.


Dicho esto, Taehyung retiró violentamente la daga del cuerpo del rey con un movimiento vertical, causando una abertura mucho más grande que en un principio, prácticamente abriendo el estómago de su padre.

La pequeña arma con su filo manchado de sangre cayó estrepitosamente a espaldas de los dos cuerpos, salpicando de carmesí el blanco suelo de mármol.

Daehyun se derrumbó por completo en el suelo; intentó cubrir con sus manos la gran herida en su cuerpo pues el dolor que estaba sintiendo era infernal e inhumano, pero era imposible detener un sangrado como ese. Rápidamente se vio rodeado del viscoso y tibio líquido que brotaba de su propio cuerpo, entumeciendo sus extremidades y nublando sus sentidos.


— ¡Jaja! Para mí... Ante mis ojos... Eres igual que yo —Habló Daehyun ahogándose en su propia sangre, escupiéndola con cada silaba que pronunciaba y reuniendo las fuerzas que le quedaban para continuar su discurso.


El joven príncipe, quien secaba el sudor de su frente con su antebrazo, miró al casi difunto rey desde arriba, pues creía que con su último ataque su padre ya estaría muerto más no mostró ninguna emoción en su rostro, solo frialdad e indiferencia se reflejaban en sus dorados orbes. Debía reconocer que su padre era un sujeto insoportablemente fuerte ya que su terquedad y orgullo le daban fuerzas para seguir aferrándose a su vida incluso en esta situación.


— Piensas que no eres como yo, pero somos iguales... Una persona que obtiene lo que quiere a cualquier costo —Una socarrona sonrisa apareció en los ensangrentados labios de Daehyun y extendió su mano temblorosa hasta la figura borrosa de su hijo frente a él—. Un día todo lo que amas y tienes, lo vas a aplastar. Esto es una maldición. Un día, la maldición que apareció frente a mi aparecerá ante ti.

The Golden KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora