0

66 6 0
                                    

A la entrada de aquel grande y hermoso reino, justo al lado del río que fluía a un costado del camino, se escuchaban los chirridos de la ruedas de uno de los carruajes reales, atravesando las gigantescas e imponentes puertas de oro, que daban la entrada al dorado reino de Omelas.

El carruaje iba custodiado por, al menos unos 200 guardias de brillantes y doradas armaduras que vigilaban el perímetro alrededor del carruaje, que estaba cubierto por mantas, ocultando el contenido de éste de los ojos curiosos de los habitantes del reino.

En los alrededores del palacio real se encontraban caminando dos sirvientas, las cuales presenciaron la entrada de dicho carruaje al palacio y como cualquiera, quisieron saber que se ocultaba tras aquellas mantas.


Hay más guardias en la entrada que lo habitual, ¿estamos esperando un invitado? — preguntó una de ellas inocentemente.

¿No escuchaste? El nuevo príncipe se está mudando hoy — respondió la otra mujer en un susurro.

¿Príncipe? — habló confundida la otra sirvienta, mientras se acercaban al carruaje disimuladamente.

¿No crees que es un poco lamentable para un miembro de la familia real? — dijo la compañera de esta, tratando de ocultarse de los guardias cercanos.


No tan lamentablemente espantoso, diría yo. Los guardias parecen inusualmente tensos... Como si estuvieran trayendo a una bestia salvaje — agregó la segunda mujer, luego de poder divisar a través de las mantas unos afilados e intensos ojos dorados, brillando en la oscuridad del carruaje.

[•••]


Acostado sobre un montón de paja que se encontraba en el segundo nivel de uno de los establos del palacio, se encontraba un precioso joven de piel acanelada, dorados cabellos que cubrían su frente y parte de sus orbes, dorados y brillantes como el sol. Llevaba ropa mugrosa y vieja, además de estar sin zapatos.

El chico solo poseía una navaja, con la cual se encontraba afilando un trozo de madera distraídamente, tratando de crear una especie de estaca mientras ignoraba completamente los gritos de dos sirvientas que hace más de dos horas estaban ahí tratando de hacerlo actuar como una persona de la realeza.


¡¡Su alteza!! Su alteza el cuarto príncipe, por favor... Si fallo de nuevo en entregarle estas prendas a usted, ¡ellos tendrán mi cabeza...! — gritó la más baja en estatura de las dos.

¡Puede comer lo que quiera, pero por favor! ¡Por favor al menos vista en el traje real apropiado! — agregó la otra a su lado.

Su alte- — trató de volver a hablar pero enmudeció al instante.


Fue interrumpida por una estaca que salió disparada a velocidad de flecha en su dirección y que por poco no termina hiriendo a alguna de las dos mujeres, dicha estaca quedo clavada en el suelo, justo en medio de las dos mujeres.

Asustadas y paralizadas, se encogieron en su lugar, cuando escucharon por fin, después de semanas, la voz del joven que estaba sentado sobre la paja, unos metros sobre ellas.


¡¡Váyanse!! ¡Si no se van ahora mismo, voy a perforar uno a través de su cabeza la próxima vez! — vociferó el rubio con su navaja en mano.


Gritó molesto el chico, para luego volver a recostarse y jugar con su navaja como si nada hubiera pasado, pero no duro mucho.

The Golden KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora