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Las horas siguieron su curso, luego de decidir que todos pedirían pizza para luego acompañarla con un poco de gaseosa.

Comieron en la habitación, luego de haberse extasiado y llenado era hora de que el pequeño Tae regresará a su hogar, algo que ellos odiaban pero si no su padre investigaría y las cosas empeorarian.

Dentro del auto de yoongi de camino a casa de Taehyung, consistía de Jimin y yoongi platicando, por otro lado para Tae y Jungkook era diferente, cada segundo se daban miradas cómplices y pequeños roces con sus manos.

Sus corazones marcaban el paso de sus sentimientos, sus manos eran el poco tacto que deseaban tener.

Sus miradas siendo la más profundas e insinúantes al mayor deseo de los jóvenes, se quisieron como nunca, sin embargo, ahora  había algo más claro que un sentimiento de por medio.

Pequeños segundos en los que Jungkook acariciaba levemente con su meñique el contrario del castaño, donde Taehyung se tensaba dejando se guiar por la pequeña e inocente caricia.

Treinta minutos fueron necesarios para llegar al terrible hogar del menor. Jungkook fue el primero en bajar abriéndole la puerta al pequeño Taehyung del otro lado de la calle.

Dentro del auto Jimin y Yoongi fijaron su vista hacía la casa viendola totalmente oscura, liberando un alivio y paz de que no fueran vistos por los padres del menor.

—¿No le dirás nada? —insinuó Yoongi viendo hacía el volante del copiloto.

—Cariño, ¿no ves? Hasta aquí siento su maravillosa conexión, si Jungkook ya dijo la verdad solo me queda cuidar a mis pollitos del mundo. —confeso Jimin sintiendo sus ojos picar de las lágrimas.

—Así se habla mi amor...

Afuera del auto, el silencio predominando en el ambiente, no había palabras para decir, sus miradas son la única verdad a su corazón.

¿Qué decir?

No hay sentimiento que pueda explicar lo que sus cuerpos están sintiéndo, mejor dicho lo que el palpitar de su corazón pide. Poco a poco, él tiempo les dará su momento.

—Eh... entonces nos vemos mañana jungkook— le dijo con una sonrisa desviando su mirada.

—Supongo... ¿Espera qué?— ladeo su cabeza en total confusión. —¿Donde quedó el kookie? Eh castañito... —murmuro a lo bajo en total decepción.

—Oh... Perdoname ko-kookie... —tartamudeo en un susurro siendo escuchado por Jungkook.

Jungkook pensó si sería bueno darle un abrazo al castañito al frente suyo; pero no sabía que él menor tenía otros planes, sin titubeos mucho menos arrepentimientos se acercó al pelinegro poniéndose en puntillas en el proceso, sujeto los hombros del mayor y sin más dejó un casto e inocente beso en la mejilla de Jungkook.

—Te veré mañana kookie— fue lo último que dijo con un leve sonrojo para luego dirigirse donde Jimin y despedirse.

Jungkook solo estaba atónito, lo había besado, pensó que había tenido besos de diferentes maneras; pero este se sintió tan diferente y tan emocionante para su debil corazón.

—A este ya lo perdimos—bromeó Yoongi.

—Sin duda, ¡Hey tú! sube idiota—agregó Jimin.

Al minuto que Jungkook entró el camino consistía de burlas hacia el pelinegro y risas entre ellos.

Él solo deseaba que amaneciera de una vez y poder ver esos dulces ojitos miel, esos que alteraban su pulso, mismo que hacía que perdiera el poco sentido de la razón y él que hacía que perdiera sus sentidos.

An angel above meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora