Capítulo 10

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Damian


Mi madre solía decir que yo era diferente. Era modesto, amable, y frágil, todo eso era lo que me hacía fuerte, al menos eso era lo que ella me decía. Sin embargo, ahora veía claramente mi debilidad.

Mi debilidad en la actualidad tenía nombre, y tan patético como se viera era un constante tormento saber que ahora todo giraba alrededor de ella. Había perdido a mis amigos por no poderles decir lo que sucedía. Sabía que esa era la razón de mi pelea con Ewen.

Becky permanecía en su habitación, alejada de todos y de todo… su único consuelo, el oscuro sol que era el centro de atención. Era claro que ella sufría en silencio, el mismo sufrimiento que yo mismo estaba experimentando.

Ahora recordaba que mi vida tenía más sentido cuando pasaba desapercibido. Mi padre evitaba relacionarse conmigo, y la relación con mi hermano estaba llena de desprecio. Los nobles no me dirigían la palabra, y los criados ni siquiera me veían a la cara.  ¿Era por miedo? ¿Era por odio?

Mi madre decía que era el apellido. Este tenía tanto peso y autoridad que los demás agradecían no estar involucrados con él. Ella decía que los Desmond ocasionaban terror, tanto que la gente temblaba cuando entrabamos a una habitación.

Al principio me enorgullecía, creía que gobernar infligiendo miedo hacia los demás los hacía vulnerables ante mi propio poder. Pero… ahora veía como esa filosofía envenenó a mi propia familia, menos a mí madre.

¿Ella nunca quiso el poder? Estaba seguro que mi madre evitaba asistir a cualquier reunión de la alta sociedad por lo mismo. Ella permanecía en su habitación como si fuera una jaula, nunca salía… y nunca protestaba. A decir verdad, comencé a normalizar sus actividades diarias y evité ver con más detalle. Mi madre siempre fue sumisa, sus comentarios eran precisos y elegantes, no era pertinente.

Pero mi padre esperaba más de ella, y lo que no encontraba en ella lo hacía en sus innumerables amantes. Sin embargo, mi madre nunca dijo nada, nunca exigió nada… ¿Habría muerto por tristeza? No, estaba seguro que ella jamás amó a mi padre, de hecho lo despreciaba, pero sabía que la tristeza de una vida miserable conllevaba a la desesperación.

Y eso miraba en el rostro de mi hermano, desesperación porque ahora pasaba a segundo plano. Aunque se hablará de su compromiso con Becky, él jamás se conformaría con nada. Ahora entrenaba más horas al día, evitaba hablarme, evitaba cruzarse conmigo.  Ahora yo era su rival, haciendo que mi vida fuera aún más complicada.

La luz del sol que entraba por mi ventana no me dejaba descansar. Así llevaba días esperando que el sol se compadeciera de mi vida y me permitiera conciliar el sueño.

Pero, tampoco era culpa del sol… tenía que atribuir el mérito a Anya. Sus ojos esmeralda me perseguían a todas partes, como si vigilarán mis movimientos.

Aun así, no podía simplemente enfocarme en eso. Mi padre constantemente preguntaba por mi opinión sobre la invasión, lo que consistía en evitar que Anya estuviera involucrada. Pero, evitar o cambiar de tema comenzaba a ser tedioso. Sabía que muy pronto debía formar parte del plan que mi padre tenía, aun cuando fuera en contra de mis deseos.

Pero, comprendí que la luna me tenía a su merced. Estaba paranoico e inseguro en mi propia habitación. Seguramente, si no fuera por el autocontrol que me quedaba habría ido a buscar a Anya después de despertar. Además mi obsesión comenzaba a involucrar a los demás y Ewen era la prueba.

Bien, mi mundo ahora solo estaba girando alrededor de la maldición. Necesitaba saciar la urgencia de estar cerca de Anya, y aunque la leyenda hablará sobre una sed insaciable de su sangre, este no era mi caso.

La Luna RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora