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ENTRADA AL CASTILLO

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ENTRADA AL CASTILLO

ESTEBAN, MELISSA, LUIS e IRENE se desmontan de los caballos y recorren el último tramo del camino a pie.

MELISSA se acerca a la otra joven.

MELISSA — ¿Seguro puedes con esto? ¿No prefieres volver?

IRENE — No. Estoy bien. Si algo de lo que pueda decirles ayudará a Jorge David, lo tengo que hacer.

LUIS — ¿Seguros que quieren hacer esto? Yo estoy a favor de que se quede ahí un tiempo más... Creo que se lo merece...

ESTEBAN — ¿Cinco semanas no te parecen suficientes? Además, está encerrado por un malentendido... Claro que no se lo merece...

LUIS — Has estado fuera mucho tiempo, amigo... No sabes por qué lo digo...









 No sabes por qué lo digo

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CALABOZO

El grupo ingresa al castillo.

Un par de guardias les guía hasta el calabozo, dejándolos a la espera de su Capitán.

LUIS — ¡Davoche! ¡Qué bueno es verte vivo, y medio entero!

JORGE DAVID — ¡Falcote! ¡Nunca me había alegrado tanto de escuchar tu irritante voz! ¡Irene! ¡Esteban, menos mal que volviste! ¡MELI, QUERIDA...!

ESTEBAN — (Sonriendo). Al final, tienes más amigos de los que mereces...

Llega ARMANDO, con una botella de vino en la mano, bebiendo tan tranquilo.

IRENE — ...¿Emborrachándose a estas horas, y en el trabajo? No va en serio...

ARMANDO — Hay que mantenerse hidratado y fresco...

LUIS — Una botella de vino seguro hará ambas cosas...

ARMANDO — (Se sienta y se toma el tiempo de acomodarse en la silla). Bueno... Vosotros diréis...

ESTEBAN — ...David no asesinó a mi hermano... Sus vecinos malentedieron todo. Ninguno tiene pruebas, ni le consta que lo haya hecho. Pero aquí, Irene y Melissa pueden confirmar que...

ARMANDO — Escuchad... Estoy convencido de que este pobre diablo no es el culpable... Y sinceramente, no me interesa mantenerle aquí más tiempo. Si alguno de vosotros tenéis alguna idea de a quién debo de buscar, por favor, hablad... También os agradecería que se llevasen a este robaperas de aquí...

IRENE — ...¿Os suena de algo el nombre de Zanetti?

ARMANDO la mira, interesado.





















ARMANDO la mira, interesado

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PUESTO DE FRUTAS

La mujer de ARMANDO se acerca con su canasta a la feria próxima a su hogar.

VENDEDORA — ¿Cómo lleva el día, Doña Azucena?

AZUCENA — Como puedo, Nora...

NORA — ...¿Y Don Armando? ¿Le ha dicho algo, o sigue sin abrir la boca sobre ese asunto?

AZUCENA — Sí, está... obcecado... con encontrar al asesino... No pienses que no estoy rezando por lo mismo, pero... De verdad temo que se le vaya la cabeza y cometa una locura... Sin tener pruebas, ¿me entiendes?

NORA — ...Sí... Ese hombre... Tenga mucho ojo, mujer... No quiero meterme en vida ajena, pero... Oiga, su esposo siempre fue un hombre complicado... Desjuiciado, a veces... ¿Recuerda el arresto de Don Justo? ¡Y ni hablar de la taberna de la muchacha, Gwendolyn!

AZUCENA — ...Cierto... Pero no lo culpo... Yo también me siento perdida, con esto...

NORA — Perdóneme, pero no pienso que eso justifique los atropellos de su marido... A veces parece que se le olvida que parte de su trabajo como guardia es... asegurar la justicia... (Tomándole del brazo). Intente no dejarse manipular por sus pensamientos retorcidos... Tenga juicio...

AZUCENA — ...Lo tendré...

Jorge JugleteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora