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PATIO DE ARMAS

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PATIO DE ARMAS

Tres figuras se mueven en la oscuridad y se ocultan en los establos.

La primera es una mujer de cabellos negros y prendas ligeras bajo la capa.

El siguiente en quitarse la capucha es el TROVADOR.

La última figura también se descubre; es PASCAL.

TROVADOR — Es la primera vez del muchacho. Sé gentil. (Voz baja, a PASCAL). Descuida, es muy buena... MUY buena...

Desde un ventanal del castillo se alcanza a ver la situación. La mujer desata el cinturón de PASCAL y se arrodilla ante él; aunque las puertas del establo bloquean la mayor parte de la vista, se sobreentiende lo que ocurre.

ARTURO observa desde el ventanal, serio. En los establos se refugian ahora tan solo los caballos. Aquello era un recuerdo.

Aún con la vista clavada en el patio, el hombre se vuelve hacia la habitación.








Aún con la vista clavada en el patio, el hombre se vuelve hacia la habitación

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CALLES DE LA CIUDAD

ARMANDO y dos guardias viajan en carroza por las calles de la ciudad.

GUARDIA — Pero ¿qué le dijo el muchacho?

El corpulento hombre recuerda su conversación con PASCAL en el calabozo.

ARMANDO — ¡Ricardo jamás se metería en ese mundo de perversión!

PASCAL — ¿Qué le disgusta? ¿Que su hijo quisiera disfrutar de la compañía de una moza mientras aún era joven y soltero? Don Armando, yo no estoy para juzgar la moral de la situación... Solo cuento cómo fueron las cosas.

ARMANDO — Está bien. Y, según tú... ¿Qué fue lo que ocurrió?

PASCAL — Esa muchacha es de familia adinerada... pero por azares del destino cayó en desgracia. Su hermano jamás aprobó esa vida que lleva... y mucho menos debió de agradarle que se involucrara en lo que seguro malentendió como... un trío asqueroso. Ese hombre es muy celoso de su hermana, y violento, en ocasiones. No sé cómo se habrá enterado... Quizás estaba en esa taberna y vio a Ricardo llevársela de allí; tal vez lo reconoció como el trovador de la Corte del Rey, y buscó la oportunidad para liquidarlo y hacerlo parecer un accidente, o una obra del Rey. Dígame, ¿por qué querría él deshacerse de su trovador, por el que sentía tanta fascinación?

GUARDIA — ¿Usted le cree?

ARMANDO no contesta.

Jorge JugleteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora