Capítulo 9: Néctar Tóxico

83 25 153
                                    

Camile yacía con su vestido floreado bajo un chal naranja, recordando que los años pasaban en un abrir y cerrar de ojos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Camile yacía con su vestido floreado bajo un chal naranja, recordando que los años pasaban en un abrir y cerrar de ojos. Ella se sentía como la madre del grupo debido a que se fue el rol desempeñado durante treinta décadas desde que su padre se volvió alcohólico y su madre los abandonó con aquel hombre.

El cruzar entre tanto vecindario baldío y sucio la obligaba a recordar todo lo que había vivido desde su infancia. Siendo tan joven, se responsabilizó de las actividades de su pequeña familia, lo cual implicaba que además de asistir a clases, trabajaba.

Camile evitaba remontarse a aquella época, pero no se contuvo cuando observó a un par de menores, intentando vender golosinas a desconocidos para así mantener con vida al resto de sus hermanos ya que los padres no querían chambear.

Un grisáceo lunes, Crescent Robinson le comunicó a su hija que su hermano y él eran su responsabilidad porque se había cansado de laborar. La pequeña niña de cabello aterciopelado se negó, mas, dada la amenaza de muerte por parte de su padre, ella no tuvo otra opción que aceptar.

Cada día, Ernest Robinson llevaba a la mesa un nuevo pleito, consciente de que a su hermana le afectaba. A él le daba igual cómo se sintiera Camile siempre y cuando ella le diera su mesada y pudiera comprarse piedra.

«Pronto me iré de casa... Me alejaré de ese maldito violador», se prometía Camile, y aunque le tomó mucho tiempo, huyó de casa a los diecinueve, en compañía de su única pareja. Ellos lograron salir de las mazmorras de Käraton para iniciar sus vidas en Hesitate.

Al mismo tiempo que los novios planificaban la construcción del Good State, ellos fueron excelentes estudiantes en sus respectivas licenciaturas, Enfermería e Ingeniería Civil. Poco a poco cimentaron su imperio hasta que sin darse cuenta, su edificio de apartamentos era popular en la isla.

—Gracias, Alexander —sonrió Camile, admirando su anillo matrimonial. Después de tanto caos, Alex no dejaría de ser su ángel guardián.

—¿Cómo que ya pasaron cinco horas desde que nos fuimos? —dijo Ulises sorprendido. Ellos perdieron la cuenta acerca de cuánto tiempo llevaban caminando, simplemente estaban más pendientes de robos, asesinatos y cadáveres que emergían en la tarde.

Como si no fuera suficiente, ellos también intentaban generarse calor entre todos porque la temperatura comenzaba a bajar. Lucien calculó que casi rozaban los 18 °C debido a la velocidad con la cual la heladez atravesaban sus sudaderas.

—Qué mal que no vendían ropa térmica en las tiendas departamentales —entristeció el moreno—. Considero que deberían tener esa vestimenta, aunque fuera bajo demanda... Si no somos asesinados, moriremos por hipotermia.

Marie estaba aferrada al brazo de Ulises porque el grupo estaba pasando cerca de un complejo de edificios abandonados en los cuales se realizaban rituales religiosos que ponían en riesgo la integridad de sus participantes.

Coleccionista de Tormentos #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora