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Sofia

Ayer fue un día maravilloso, los chicos no dejaban de decirme lo delicioso que estaban sus postres y que querían comer más, los mayores también me dijeron que les gustó mucho el postre. Esa tarde todos fueron a la misma hora al café, me gustaba verlos y charlar entre ellos, pero me dolía ver a Oscar tan alejado y solo, tan solo que se sentó en la barra y no con ellos, me partía el alma en ver eso.

La cafetería cerrara por una semana o más, harán remodelaciones en todo el edificio así que tengo mis tardes libres por los momentos. Hoy me anime a salir con Amelia y Gia, más que todo por la petición de Amelia, ellas querían comprar cosmético y todo sobre maquillaje y cuidado de la piel. Me dio animo ya que tengo algo de dinero ahorrado y no estaría mal comprar algún que otro capricho, nunca soy de dármelo y quiero ver como es el cuidado de Amelia ya que tiene una piel hermosa.

Amelia me enseño que utilizar, como hacerlo, cuando debería de hacerlo y muchas cosas más, así que tengo variedad de cosas que ya he comprado, entre ella mascarillas para la piel, exfoliante para el rostro, crema corporal y facial, mascarilla de carbón y hasta mascarillas para los ojos y labios.

Creo que es mucho, pero de verdad quiero cuidar de mi rostro y piel.

Ahora caminamos por los pasillos del centro comercial, las tres teníamos algunas bolsas y comíamos un cono de helado, el helado es mi postre favorito. Me detengo al ver una tienda de muebles y justo donde estaba una hermosa mesa con sus sillas, se vía linda y muy cómoda para comer o para cuando tuviera que dibujar.

Es perfecta.

Dejo de mirarla cuando Amelia me llama —¡Sofia!—

Las miro y voy con ella —Lo siento, estaba viendo algo— Llego hasta ellas para despedirnos, habíamos acabado nuestras compras. Camino para agarrar el bus, pero el tono de mi celular suena en una llamada, veo quien es y contesto —Hola Marius—

—Hola hermosa— Su voz suena extraña —¿En dónde estás?—

—Acabo de salir del centro comercial— Hago una mueca —¿Sucede algo? Te oigo algo diferente—

—Quédate ahí, llego en 5 minutos— Cuelga la llamada, miro mi celular y me quedo a esperarlo.

Algo no anda bien.

Veo como un Ferrari se estaciona frente de mí, me sorprendo al ver el maravilloso auto y me quedo sin aire al ver como Marius bajaba rápidamente quitándose la gafas de sol mostrándome su cara de preocupación.

Todo en mí se remueve al pensar lo peor —Nena, debes ir conmigo—

—Marius— El miedo me invade —¿Que ha pasado?—

—Es Samuel, vomito, tiene mucha fiebre y no deja de delirar tu nombre—

Mi Samuel.

—Vamos— Subimos rápido al auto.

El trayecto fue largo, tan largo que me hizo pensar que nunca llegaríamos, mi Samuel está mal y necesita de mi ahora. No dejaba de mover mis piernas de los nervioso que cargaba, mi respiración era acelerada y sentía como mis ojos ya estaban llenos de lágrimas. Tan solo el auto se detuvo no dude en salir y ir a la puerta corriendo rápidamente, esta se abre cuando toco y solo veo a una señora de unos 50 años mirándome con preocupación.

—Ve arriba Sofia, cuarta puerta a la izquierda— Dice Marius aún lejos de mí.

Sin importar que había cinco pares de ojos en mí, subí rápidamente para entrar a la puerta que Marius me indicó. Mi respiración se vuelve a acelerar al ver a Samuel pálido, con sudor en su frente y muecas de dolor.

Mujer De Los MartileniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora