Daniel gruñó antes de caer sobre Jezel, ambos con la respiración completamente agitada, jadeando en busca de un poco de aire. Se acomodó solo un momento contra el cuerpo de su esposo, quien parecía todavía removerse incómodo por lo sobre estimulado que lo había dejado. Daniel sonrió ligeramente, todavía maravillado de verle de aquel modo mientras daba un rápido beso en su hombro y salía del interior de este. Tomó el preservativo usado y lo tiró al cesto de basura que habían empezado a tener desde hacía un par de años, cuando menos. Y, justo después, buscó la toalla con la que solía limpiar a Jezel, este escapando de inmediato al verlo con ello en la mano. Daniel soltó una carcajada al verlo, acordándose de la clara amenaza que había pasado entre ellos después de una de las tantas primeras veces.
—Prometo que esta vez voy a dejar las manos quietas y no voy a propasarme...
—La última vez, eso nos llevó al límite. Así que, por lo menos esta vez, mejor deja que me vaya a bañar después. De todos modos, tengo un apagado automático para hoy, así que...
Daniel solo asintió a sus palabras, dejando la toalla en el suelo, incluso si estaba limpia. Iba a meterla en la colada en cuanto la hiciera, por lo que se volvió a acostar al lado de Jezel, acercándose de nuevo para acariciar inmediatamente su rostro, sonriendo ampliamente de verlo. Tenía una extraña manía de poder observar y contar cada una de las pecas en su rostro. No tenía el lápiz que se había prometido para enseñarle lo que él veía al observarlo, del mismo modo en que lo habían hecho aquella primera vez cuando, finalmente, le propuso matrimonio, sin embargo, sí que podría unir los puntos y descubrir que, incluso así, había formas fascinantes en estas.
Poco después, pasó saliva para acercarse al rostro de este, y juntar ambas narices, sintiéndose tan tranquilo incluso con todo lo demás. Su corazón, a pesar del enorme tiempo que había pasado, seguía con su fuerza y acelerándose con pequeños gestos realizados por su esposo, incluido aquellos donde sentía las manos sobre su cuello, las suaves caricias. Poco después, ambos acercaron sus labios para darse aquel ansiado beso que siempre querrían darse por el tiempo que pasaban separados.
Ese beso solo era una de las múltiples maneras en las que ambos demostraban el inmenso sentimiento que estaba alojado en el pecho de ambos. El movimiento en las bocas era algo tan inocente comparado con el acto que acababan de terminar.
Los dedos del humano se toparon con una cadena, la cual se sentía tibia a sus dedos. Ni de lejos era la primera vez en la cual se percataba de ella, tampoco sería la última en esos años. Pues aquella cadena se la había regalado él con un cartucho que seguía en blanco, al lado de aquel pedazo metálico se encontraba un anillo de plata. Deslizó los dedos, poco a poco, hasta llegar a todo ello, sonriendo a mitad del beso que, por consecuencia, lo rompió al completo.
—¿Qué? —preguntó Jezel, dándole una caricia en su mejilla con su nariz, haciéndole más feliz de lo que imaginó nunca en su vida. Aquellos gestos, la simple presencia de Jezel con su aroma amaderado y a cítricos, la sensación de paz que aquello le daba era indescriptible.
—Que me sorprende que lo sigas manteniendo...
Jezel, estando ellos dos en aquella burbuja que se creaban, sonrió de una manera que le derritió al completo. Lo más probable era que en ambas mejillas aparecieran los hoyuelos, pero por la cicatriz solo en una apareció, cosa que le derritió sobremanera de verlo sonriendo de ese modo.
—No pienso quitarme el cartucho y el anillo del cuello, como tampoco pienso quitarme los de matrimonio.
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Dawnus
Fantasy(LGBTIQ) En el misterioso mundo de O'im, Daniel, un humano con habilidades especiales para la tecnología de otro mundo, regresa después de su periodo en la universidad. Durante su estadía, es asignado a una peligrosa misión que resulta en severas he...