XVIII

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Seattle, día 1

El día estaba despejado y la nieve casi era nula, la primavera estaba llegando.

Lia iba concentrada, escuchando el cantar de un pájaro, ensimismada en el olor de la tierra húmeda.

—¿Lia? —la llamó Ellie.

—¿Qué?

—Te pregunté algo —le dijo con las cejas alzadas.

—Lo siento, no las iba escuchando.

—¿Qué edad tenías cuando mataste por primera vez? —le preguntó.

—Catorce, era un corredor que intentó morderme la pierna —le respondió.

—No —le dijo Dina—. Cuando mataste a una persona.

Lia alzó las cejas.

—Oh —Lia lo recordaba como si hubiese sido ayer—. Tenía quince. Con el grupo en el que estaba nos infiltramos en un pequeño campamento a robar suministros. Era de noche, por lo que todos dormían, solo nos teníamos que cuidar de dos hombres que hacían guardia.

<Todo salió bien, conseguimos lo que queríamos, pero entonces me alejé un poco porque un juego me había llamado la atención. Creo que eran piezas lego, o algo así escuché que se llamaban. Tenía forma de castillo.

<Estaba puesto sobre una mesa, frente a una carpa. Cuando me acerqué, una chica salió. Debe haber tenido mi misma edad. Recuerdo que sus ojos se abrieron de par en par. Sacó una pistola de su bolsillo y se acercó. Yo fui más rápida y la apuñalé con mi navaja.

<Luego de eso pase noches sin dormir. No podía dejar de verla. Hasta que me di cuenta de que, si no era ella, habría sido yo. Supongo que todos hacemos lo que tenemos que hacer para poder seguir viviendo un poco más.

—Sí, todos hacemos lo que tenemos que hacer —Ellie estuvo de acuerdo.

Lia asintió en su dirección.

Cuando llegaron a la ciudad, a todas les sorprendió encontrarla desolada. No había almas infectadas ni tampoco sobrevivientes por ningún lado.

A Lia la aliviaba, pero también la preocupaba. En las ciudades era en dónde más se concentraban los infectados, en especial si habían caído. No lograba entenderlo.

La primera pista que hallaron fue una nota que indicaba que Los Lobos se encontrarían en el Severena.

Ninguna tenía idea de lo que era.

—Podríamos buscar algo de suministros antes de seguir —propuso Dina.

—Sí —coincidió Ellie.

Lia había frenado.

—Creo que encontramos el lugar —les dijo. Sus amigas también frenaron.

En lo alto de un edificio se leía el nombre Severena en letras rojas y cursiva.

—¿Un hotel? —preguntó Dina.

—Vamos —dijo Ellie, virando su caballo en esa dirección.

Lia y Dina la siguieron al trote.

La chica estaba fascinada observando el desastre que era la ciudad.

La última vez que había estado en una había sido en Salt Lake, pero jamás la vio destruida, ella se había ido antes de eso.

Pero ahora, al tener de frente a Seattle, la hermosa Seattle que había visto en postales y revistas, le parecía fascinante, pero también desgarrador.

A whistle in the wind | Ellie Williams (tlou)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora