XXVII

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Santa Bárbara

Querida Max:

Lamento haberme ido sin despedirme. Si lo hubiese hecho, probablemente me hubieses convencido de quedarme.

Espero que este viaje no me tome mucho tiempo. Cuida a Fred por mí, te adora. Y por favor, no dejes que Ellie le de comer mucho pollo.

No estoy muy segura de que lo sepas, pero te quiero muchísimo. Nos vemos a la vuelta. L-

Querida Ellie:

Sé que esto no era lo que habíamos acordado, pero no quería someterte a volver a encontrarte con ella solo por mí. Te mereces olvidar. Te mereces hacerlo en paz.

Anoche no pude dormir pensando en ello, por lo que decidí actuar de esta forma.

Espero que puedas entenderme y perdonarme.

Te amo. L-

Lia abandonó la granja antes de que saliera el sol, escabulléndose como un perro con la cola entre las patas. Avergonzada, pero segura de sí misma.

Por lo que sabía, Abby se encontraba en Santa Bárbara, en una pequeña ciudad.

De alguna forma, cuando la mañana pasada Tommy había venido a hablar con Ellie y ella, el hombre había conseguido una dirección exacta.

2425 Constance.

Lia no estaba segura de sí era una casa, un edificio o el nombre de alguna calle. Pero era algo.

Antes de legar allí tuvo que atravesar varios Estados. Lo único con lo que se topó fueron infectados.

Fue un alivio para ella.

Creía ir orientada, con buen sentido, cuando decidió tomar un pequeño atajo.

Entre edificios derruidos, cubiertos por árboles y plantas, se cruzó con lo que algunos llamarían buena suerte y otros una desgracia. Dependía de cómo se viera.

Una soga atrapó su tobillo. Una trampa ligada a un árbol. La hizo volar por los aires, provocando que se golpeara con la corteza del árbol y quedara colgando boca abajo. A su lado también colgaba alguien, pero parecía haber fallecido.

Lia se tocó el vientre, una rama sobresalida del árbol le había atravesado el estómago.

Veía borroso cuando dos figuras se acercaron.

—¿Abby? —preguntó al notar una gran altura y músculos colosales.

—¡Mírala a esta! —habló un hombre, mofándose—. Está arruinada.

El otro cortó la soga y Lia cayó al suelo con un ruido hueco.

Soltó un quejido, tomándose el vientre.

—¿Podemos terminar el día aquí? —preguntó uno de los hombres. Era de baja estatura y cabello oscuro.

—Sí, pero primero reinstalemos las trampas —le concedió el musculoso y de cabello dorado.

—¿En serio? —se quejó el otro—. Digo, ¿vale el viaje de regreso? No es cómo si... —se había acercado tanto al otro cuerpo colgante, que este lo tomó desprevenido, agitando sus brazos en el aire. Era un infectado—. ¡Ah, mierda! ¡Por Dios!

—¿Te mordió? —le preguntó su compañero.

—No, no, no... esto bien —le respondió revisando sus brazos expuestos—. Estoy bien —repitió.

En el suelo, Lia soltó una pequeña risa.

—¿Crees que es gracioso? —le preguntó el moreno.

—Te cagaste en los pantalones —se burló Lia.

A whistle in the wind | Ellie Williams (tlou)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora