21 de octubre

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Bueno, el momento llegó mucho antes de lo que pensaba.

Me encontré a Leon mientras iba de camino a la clase del profesor Anderson, sentado en el pasillo junto a la puerta del aula; supongo que esperaba a que el profesor abriese la puerta.

Estaba tan concentrado en el cuadernillo de dibujo que tenía sobre sus piernas, esbozando algo con un carboncillo, que no se percató de mi presencia sino hasta que solté un sonoro carraspeo momentos después de pararme frente a él.

Cuando me vió, su expresión fue todo un poema. Sus mejillas se tornaron de un rojo intenso, mientras se apresuraba a guardar sus cosas dentro de su mochila y se ponía de pie. Un intento de sonrisa apareció en sus labios, aunque parecía más una mueca; su incomodidad se notaba a kilómetros de distancia.

Sabía que ese momento era el verdadero «ahora o nunca» y que si no hablaba con Leon en ese preciso instante, no tendría oportunidad de hacerlo de nuevo.

Pero los nervios me traicionaron. Mi cerebro hizo cortocircuito y no pude articular palabra.

Y huí.

Literalmente, huí. Mis piernas simplemente empezaron a retroceder por donde había venido y, cuando menos lo esperé, ya estaba saliendo por las grandes puertas del edificio de la facultad de arte.

Creo que esta vez sí lo arruiné todo.

—Sam.

Retratos en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora