La sombra monstruosa

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No sé cuánto tiempo ha pasado, pero ya estoy lista. Voy a salir de aquí.

Me acerco a la puerta de la habitación y compruebo la cerradura: no tiene seguro. ¿Por qué la habrán dejado abierta? No, eso no importa ahora, tengo que salir.

El pasillo está desolado, las luces parpadeantes del techo le brindan un aspecto tenebroso, un silencio sepulcral cubre la escena. Es mi oportunidad. Al inicio sólo camino con precaución, esperando que nada salga a mi encuentro desde los rincones de este horrendo sitio.

Necesito llegar antes de que sea demasiado tarde.

A lo lejos, detrás mío, se oyen pasos. Me quedo quieta y el sonido vuelve a estar presente a mis espaldas. Apresuro mi andar, con el miedo creciendo a cada segundo.

Se escucha un estruendo. Las luces se apagan justo cuando algo roza mi pierna. Echo a correr por el oscuro pasillo sin pensármelo dos veces, mientras las lágrimas calientes surcan mis mejillas.

Mi corazón se estrella contra mi cavidad torácica con cada latido frenético, no puedo dejar que me alcance, no ahora que estoy tan cerca.

Consigo llegar hasta mi habitación y entro rápidamente en ella. Intento cerrar la puerta, pero algo obstruye su cierre. Todo está a oscuras y no logro ver nada, la sombra monstruosa emite un gruñido gutural mientras intenta colarse por la puerta de madera. No se lo voy a permitir. Reúno todas mis fuerzas y, apoyando mi espalda en la puerta, hago presión hasta que esta se cierra con un asqueroso y fuerte «crac».

Me deslizo hasta el piso, con mi espalda aún contra la puerta. El miedo, la adrenalina y la extraña sensación de alivio me invaden y bailan en mi interior en una peculiar danza. Las luces se encienden y mis ojos solo consiguen captar una cosa: el cuadro que reposa bajo mi cama, protegido con una tela blanca. Una vaga sonrisa se forma en mis labios.

Es hora de reparar este desastre.

—V.S.

Retratos en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora