22 de noviembre

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Me he vuelto loca.

Todo es culpa de las pesadillas, me han dejado traumada, o eso quiero creer porque si no, ¿qué otra explicación tendría?

¡Santo cielo, sólo tenía que preparar y servir un condenado pedido! Pero las tazas, el mostrador, el local, y tal vez también el mundo entero, comenzaron a derretirse... ¡Estaba tan aterrada! Cerré los ojos, rezando por que fuese tan solo una mala jugada de mi mente. Al abrirlos, todo estaba intacto y en su sitio.

Creí que había pasado, creí que quizás era el estrés.

Luego los ventanales del café estallaron, quebrándose en cientos de trozos de cristal que volaron directamente hacía mí.

Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar, ni para buscar algún rincón que me protegiese de la explosión de cristales, ni para procesar lo que ocurría. No quise ver más allá de mis manos, pero lo sabía, lo sentía. Mi cuerpo era una masa humana de sangre y vidrio, que se sostenía en pie por alguna razón desconocida...

Mi jefe me sacudió por el hombro. Todo estaba en completo orden, como si nada hubiese pasado. Y ahí estaba yo, parada en medio del café con cara de espanto y el pedido desperdigado entre el suelo y una mesa ocupada por un grupo de clientes, quienes me miraban horrorizados.

Me despidieron enseguida.

—Sam.

Retratos en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora