03 de diciembre

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Desperté sobresaltada, con el corazón a punto de salírseme por la garganta. Pensé que sólo había sido otra de las tantas pesadillas que me atormentaban desde hacía semanas... Hasta que encendí la luz y ví la horrenda verdad.

Mis manos, las sábanas, la puerta de mi habitación, todas cubiertas de sangre. En el piso, un enorme charco, y justo allí en el borde del marco de la puerta, la cabeza cercenada de mi perro.

El vómito fue inevitable. Las lágrimas no tardaron en aparecer. El horror, la culpa y la tristeza me desbordaron, mientras asimilaba lo sucedido. Yo lo había hecho, yo lo había matado.

Robin está muerto por mi culpa.

—Sam.

Retratos en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora