20 de octubre

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Esperé durante dos eternas horas a mi mejor amigo en la estación de autobuses. Sin embargo, supe que había valido la pena la espera cuando lo ví acercarse para saludarnos a Robin y a mí con muchos abrazos para repartir.

Luego del afectuoso reencuentro, fuimos a un parque cercano para que Robin jugase un poco mientras Nathan y yo nos poníamos al día con la vida del otro.

Me contó que le está yendo muy bien, en términos generales. Su jefe le dio un ascenso y ahora está un paso más cerca de su meta de convertirse en millonario. Porque sí, la meta de mi mejor amigo es ser millonario antes de cumplir los 30; tan sencillo como eso.

También me habló de la chica que conoció en aquel bar al que había ido hace unas semanas; su nombre es Kira y, aparentemente, ya son pareja.

Nuestro reencuentro estaba yendo tan genial... Hasta que me preguntó qué había de nuevo en mi vida, si todo estaba bien.

Y no tuve otra alternativa que contarle todo, incluyendo (especialmente) lo de mi pequeña situación con Leon.

“Tienes miedo.”

Sus palabras me calaron hondo.

Cuando conocí a Leon no creí que terminaría por interesarme como algo más que un amigo, o incluso como algo más que un simple compañero de clase; pero pasó. Y con la llegada de ese sentimiento, llegó también el miedo. Miedo a que todo acabe en desastre, a terminar con el corazón roto... Y es absurdo, porque en este tiempo que llevo conociendo al chico de rizos bonitos, me he dado cuenta de lo maravilloso y dulce que es y me ha demostrado con palabras y acciones lo mucho que se interesa por mí. Por lo tanto, no le veo mucho sentido a esta sensación angustiosa en mi pecho.

Así fue como decidí que hablaría con Leon en cuanto tuviera la oportunidad, para disculparme por mi actitud y aclarar cualquier malentendido.

Sólo espero que, cuando llegue el momento, él sí quiera escucharme.

—Sam.

Retratos en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora