NARRADOR OMNISCIENTE
El pasillo está desolado, a excepción de las dos almas que caminan, una junto a otra, rumbo al pequeño ascensor frente a ellas.
Dos almas. Un hombre y una mujer. Uno, aterrado; la otra, indiferente. Ingresan juntos a la caja de metal que los llevará al primer piso del edificio en el que se encuentran.
A lo lejos, se oyen los suaves murmullos de todas las personas atrapadas en sus respectivas habitaciones. Cada una lleva una carga distinta, cada una sufre de forma distinta; pero todas tienen algo en común: la oscuridad que las consume por dentro.
Las puertas del ascensor se cierran y este comienza su descenso. El hombre está nervioso. Sus ojos no se despegan de la joven que tiene a tan sólo unos centímetros de distancia; mirándola como si fuese una bestia a punto de saltarle a la yugular. Él tiene sus motivos para pensar así. Ella no es de fiar, podrá parecer un ángel, pero sólo hay oscuridad detrás de esos tormentosos ojos azules; piensa el hombre. Ella, en cambio, tan sólo se limita a estar de pie, inmóvil, con la vista clavada en sus pies, y sin prestarle ni pizca de atención al sujeto que va a su lado.
Luego de lo que les parece una eternidad a ambos, el ascensor se detiene y abre sus puertas en el primer piso. Los dos se encaminan por el largo pasillo sin decir ni una palabra. Finalmente, se detienen frente a una puerta y el nervioso hombre la abre, dejando ver una sala espaciosa con varias mesas y sillas predispuestas dentro. Las paredes de color marfil le dan un aire frío al espacio.
«Al menos no es blanco», piensa la joven, con cierto alivio. Ella odia el blanco que hay en la mayor parte de ese edificio. Un blanco impoluto que sólo le produce náuseas.
Hay otro hombre en la sala. Este sonríe y le pide amablemente al primero que se retire, dejándolo a solas con la joven.
—¿Cómo te encuentras? —pregunta el hombre de bata blanca. Él observa a la joven con una sonrisa afable mientras espera a que ella se anime a hablar.
Ella toma asiento en una de las mesas y permanece en silencio por un rato. Ya está acostumbrada a oír esa pregunta, él se la hace todos los días, en cada sesión individual. Nunca está segura de cómo contestar, si decir la verdad o soltar una mentira, por lo que sólo se limita a guardar sus palabras en lo más profundo de sí, donde nadie nunca pueda encontrarlas.
Al final, sólo le entrega al doctor un encogimiento de hombros, como dando a entender que no lo sabe.
Él suspira— Bien, intentemos otra cosa.
Las pisadas del hombre resuenan contra el suelo, la joven hace una mueca de desagrado ante el ruido que producen. El doctor se detiene frente a los cajones de colores que están apilados uno encima del otro contra las paredes de marfil de la sala de recreación. Los llamados cajones «para todo» contienen barajas de cartas, cajas de ceras usadas, rotuladores, juegos y un poco más. Sin embargo, el doctor no busca nada de eso, sino unos objetos en particular que guardó días atrás. Por fin encuentra lo que buscaba y se da la vuelta hacia la joven. Ella gira la cabeza hacia él y deja de respirar al ver lo que lleva entre sus manos.
Son sus cuadros.
El especialista se acerca hasta ella y se centra en acomodar las cinco pinturas en la mesa frente a la chica.
La joven no lo puede creer. Todas sus creaciones, sanas, salvas y juntas en un mismo lugar. Sus ojos se llenan de lágrimas, una sonrisa genuina se extiende en su rostro por primera vez en mucho tiempo, una sensación cálida y reconfortante se abre paso en su pecho.
Los cinco cuadros yacen en la mesa uno al lado del otro. Al observarlos detenidamente forman una de secuencia de escenas, que no parecen ser lineales.
La joven detiene su vista sobre el primer cuadro dispuesto en la mesa. Se trata de la representación de un café, en donde destacan un chico y una chica que se encuentran charlando detrás del mostrador; son empleados del local. Ambos se sonríen mutuamente.
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Retratos en la oscuridad
Mystery / ThrillerSam es una estudiante de arte que escribe notas para recordar cosas importantes que pasen en su vida, o simplemente para llevar un registro de su día a día. Pero hay notas extrañas entre las suyas y no parecen coincidir con las demás... ...