XIII

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-Bueno, espero que te diviertas -me comenta el Mallorquín mientras bajamos de su coche y nos dirigimos a una vivienda unifamiliar bastante grande y moderna-.

Y antes de que pueda preguntarle a qué se refiere, la puerta de aquella casa se abre y aparecen Lucas, Dani y otro chico que no consigo reconocer.

Miro a Marco y él sólo puede reírse.

-Se han enterado de que venías y me han suplicado verte. No entiendo cómo pueden aguantarte -me dice bromeando y le doy un pequeño golpe en el hombro-.

Los otros tres no pueden parar de reírse ante el numerito. Parece que soy su centro de risas en la tarde de hoy.

Cuando estoy delante de ellos les saludo con dos besos y me presentan a Fede, otro compañero del equipo.

Una vez dentro de la casa, me hacen un pequeño tour y me explican que ahí vive Lucas junto a su familia. Sin embargo, Maca y los peques están de viaje por Galicia.

De ahí que hayan decidido hacer de su casa el lugar de reunión.

-¿Y tú qué haces aquí? -me pregunta Lucas mientras nos sentamos a lo largo de su sofá-

-He venido dos días por trabajo, a una reunión importante -les explico mientras me miran atentamente-.

-A mí me sorprende que quieras perder tu tiempo aguantando a este -suelta bromeando Dani mientras señala a Marco-.

Todos nos reímos, aunque el mallorquín le pega una colleja a su amigo.

-Bueno, también estoy con todos vosotros, ¿no? -le respondo siguiéndole la broma-.

Continuamos charlando un rato todos, mientras me cuentan algunas de sus batallas en los entrenos y sis expectativas para el próximo partido. Además, me cuentan sus planes para las próximas semanas, dado que la Navidad se acerca.

En ese momento caigo en la cuenta de las fechas que se aproximan: Navidad, Año Nuevo... Una época que siempre me había gustado para poder estar junto a la familia, aunque desde hace unos años no han vuelto a ser lo mismo.

Justo en ese momento suena mi móvil: Samuel, mi jefe. Deben haber acabado la reunión.

- Hola, Samu -descuelgo el teléfono, pidiendo disculpas con la mano por la interrupción de la conversación con los futbolistas-. ¿Habéis acabado ya?

- Sí, justo estamos saliendo ahora mismo. Te llamaba sobre todo para comentarte que ha habido suerte y hemos cerrado este cliente.

-¡Eso es genial! -me alegro mucho por el buen trabajo hecho por todo el equipo-. Me alegro mucho.

-Esto es gracias a todos, también a ti -reconoce Samuel-. Por cierto, ¿estás en el hotel? Raúl y yo vamos ya para allá. Si te apetece, podemos ir a cenar los tres para celebrarlo.

JO-DER, LARA. ¿Ahora qué le digo yo a mi jefe?

-Pues, la verdad es que no estoy en el hotel. He quedado con un amigo que vive aquí en Madrid y volveré dentro de un rato -confieso. Mejor decir la verdad-. Lo siento, chicos.

-Ni te preocupes, iremos nosotros. ¡Pásalo bien y mañana nos vemos!

Cuando acabo la llamada, me doy cuenta que Marco está de pie despidiéndose de sus amigos. Y en cuanto me ve volver, se dirige a mí:

-¿Nos vamos?

-¿Ya? No me han llamado para que vuelva -explico, sin entender a qué se refiere-.

-No te preocupes, ahora te digo -me comenta Marco bajo la antena mirada de sus compañeros-.

-Portaros bien, eh -nos bromea Lucas, echándole la mano por la espalda al mallorquín-. A ver qué hacéis vosotros dos.

-De este no te fíes -me dice en broma Dani y no puedo evitar reírme.

Tras despedirnos de aquellos tres y salir de casa de Lucas, miro expectante a Marco.

-¿Qué? -me pregunta Marco, nervioso, mientras nos dirigimos a su coche-.

-¿A dónde vamos?

-Quería invitarte a cenar, te lo había prometido por WhatsApp, ¿no?

¡Bingo! En ese momento caigo en que tenía razón. Y a la vez, me pongo nerviosa y no entiendo por qué.

Hablamos tranquilamente mientras conduce por las calles de Madrid y parece que me olvido del mundo hasta que llevamos al destino y tengo que bajar del coche.

-Siéntete como en tu propia casa -me pide el mallorquín justo antes de echarse a un lado tras abrir la puerta de su casa-.

-¡Wow! Qué bonita -me sorprende la decoración tan minimalista pero a la vez acogedora-. Me encanta.

-Me alegro de que te guste -sonríe tímido el de Mallorca mientras busca algo en su móvil-. ¿Qué te parece sushi?

-Me parece genial -le respondo mientras me paro a saludar a su perrito-. ¡No sabía que tú también tenías uno!

Creo que cada vez me está ganando más.

Me hace un mini tour por toda su casa mientras hacemos tiempo para que nos traigan la cena que acabamos de pedir. Después nos sentamos en el sofá mientras buscamos algo para ver y entretenernos.

Pero, ¿sabéis de esa sensación en la que el tiempo pasa volando mientras hablas con alguien?

Una vez llegó la cena, pasamos a la cocina y continuamos con la conversación mientras probaba uno de los mejores restaurantes asiáticos que he probado nunca.

-Bueno, entonces, ¿no tienes días libres esta Navidad? -le pregunto al mallorquín mientras bebo agua y le miro a la cara-.

-Imagino que el día de Navidad y el día de Año Nuevo, quizá algún día más suelto, ya sabes... si hay partido, tenemos que prepararnos bien.

-Ya, imagino... es un trabajo muy sacrificado.

-¿Y tú? ¿Tienes vacaciones? -me pregunta atentamente-.

- Sí, en principio, en la oficina paramos dos semanas.

-Pues ya sabes, puedes venir a hacerme la visita -suelta indirectamente, aunque por su mirada sé que va totalmente en serio-.

Sonrío tímidamente y me levanto para dejar mi plato sobre la encimera de la cocina. Una fórmula efectiva para evitar aquella conversación.

-Te lo digo en serio -insiste, imitándome y recogiendo su plato-.

-Estaré con mi hermano y mi padre los días más señalados. El resto estoy libre para ti.

Ambos nos miramos y me río nerviosa, no estoy dispuesta a darle la razón.

Acto seguido, volvemos al sofá para seguir hablando. Me cuenta que tiene ganas de volver a Mallorca, que está trabajando en diferentes proyectos sociales, que la semana que viene vienen sus amigos de toda la vida y un montón de cosas más.

Tanto que cuando miramos el reloj, son las dos de la mañana.

-Quédate aquí a dormir -me propone-. Es tarde y seguro que estás cansada.

-No te preocupes, puedo pedir un taxi y volver al hotel.

-Ni hablar. Hay camas de sobra y mañana puedo llevarte al hotel antes de irme a entrenar.

Esa fue la primera vez que dormí en su casa, aunque no la única.

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Hacerte feliz | MARCO ASENSIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora