XIV

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Suena la alarma del móvil y me despierto cabreada, como poco. Al abrir los ojos me doy cuenta que no estoy en mi habitación y, por un momento, me asusto. Hasta que giro la cabeza y veo al mismísimo Marco Asensio apoyado en el marco de la puerta de la habitación.

-Buenos días -es lo primero que dice antes de que yo me tape la cara con almohada y se ría de mí-.

-No, no son buenos días -reniego, sin ganas de levantarme-.

-Creo que a alguien no le gusta madrugar. Anda, no tardes en levantarte que en menos de una hora tengo que estar en la ciudad deportiva.

-Puedo coger un taxi, en serio -le digo, por mil y una vez.

-De verdad, déjame llevarte al hotel -me pide con cara de pena-. No quieres dormir conmigo y no quieres que te lleve... voy a empezar a pensar que te caigo mal.

-Qué exagerado eres -le digo justo en el momento en el que salgo de la cama-. Dame 10 minutos, me cambio y nos vamos.

-Okey, te espero bajo, señorita -me dice, mientras me deja a solas de nuevo.

Acabo de vestirme y peinarme y bajo a la planta de abajo, donde el mallorquín ya está esperándome.

-¿Quieres desayunar?

-No te preocupes, comeré algo en el hotel cuando llegue.

-Como quieras, anda vamos -me dice mientras me pasa el brazo por los hombros y me despeina-.

De su casa al hotel apenas tardamos 20 minutos. Una vez allí le agradezco su gesto de llevarme y todo lo que hizo por mí el día anterior.

-Solo me debes una cena, por lo demás ni te preocupes -me dice riendo y le imito-.

-Eso está hecho -le comunico mientras cojo mis cosas dispuesta a salir del coche-.

-Nos vemos... ¿pronto?

-Seguro que sí, vamos hablando. Por si no nos vemos antes, felices fiestas.

-Igualmente, Larita.

Después de darnos dos besos de despedida y una risa tímida, salgo del coche y entro al hotel. Decido pasar por el buffet para desayunar antes de subir a la habitación, y justo me encuentro con mis compañeros allí.

-¡Ey, Lara! -Samuel me saluda con una sonrisa-. Estamos en la mesa del fondo, por si quieres cogerte el desayuno y sentarte con nosotros.

-Buenos días Samu -le saludo-. ¡Claro! Enseguida me acerco.

Cuando llego a la mesa, Raúl está domándose un café y me mira sorprendido. En ese momento caigo en el por qué: llevo la misma ropa que ayer. Obvio, punto para mí.

-¡Buenos días! ¿No has dormido en el hotel?

Raúl, tan observador y directo como siempre.

-No, al final no. Quedé con unos amigos de aquí de Madrid y se hizo tarde, así que decidí volver por la mañana -le explico-.

En ese momento llega Samu y se sienta junto a nosotros.

-¡Vaya! Ayer Lara estuvo de marcha -bromea Raúl y yo solo me río-.

-Anda ya, dejaros de tonterías -sentencio esa conversación-. Bueno, ¿qué tal acabó la reunión? Contadme, ¡quiero saberlo todo!

Después de desayunar, una ducha y recoger todo, nos dirigimos a la estación de Ave para volver a  Valencia. Y de nuevo, seguir con la rutina.

Ese fin de semana quedo con las chicas en casa de Sandra para decidir qué día de Navidad podemos cenar todas juntas.

-Oye, ¿alguna se apunta a ver las luces de Navidad de Madrid este año? -propone Clau-.

-Hace años que no las veo y me encantaría, pero depende de la fecha -dice Mary-.

-Lo mismo digo, si puedo me apunto, pero no estoy segura -dice Sandra-.

-¿Y tú? -Clau me mira expectante por mi respuesta-. ¿No te apuntas? Será una escapada de un par de días.

-Puede estar bien, sí -respondo insignificante, teniendo en cuenta que tendré varias semanas libres-.

-Bueno, también es una oportunidad perfecta para ver a quien todas sabemos -suelta Inés mientras me guiña un ojo y las demás se ríen-.

La mato o qué hago con ella. Maldita la hora cuando les conté que me había visto con el mallorquín en mi visita a Madrid.

-Bueno, ya vale de tonterías. Es una escapada de amigas, nada más.

Con un viaje en breve se afronta mucho mejor la última semana de trabajo antes de vacaciones. Tanto que llega el viernes y estoy tan concentrada en acabar todo lo que tengo pendiente, que ni me doy cuenta.

Mientras me tomo un café aprovecho para desconectar 5 minutos y mirar mi móvil.

El grupo de las chicas echa humo y no entiendo por qué, hasta que lo miro:

Inés: Yo prefiero un italiano. Venga porfaaaa, que hace mucho que no vamos. 🙏

Mary: bueno, venga, vale. 👍

Sí, mis amigas llevan una hora discutiendo dónde comer hoy para celebrar que empiezan nuestras vacaciones de Navidad. O al menos las de algunas, pero es la excusa perfecta para juntarnos.

Estoy tan centrada en leer la conversación que no me doy cuenta que han tocado al timbre de la oficina. Solo soy consciente de ello cuando tengo a Lucas justo delante de mí.

-Oye Lara, tienes visita y parece importante.

¿Cómo? Hoy no tenía ninguna visita, no me gustan las reuniones los viernes y muchos menos antes de vacaciones. Qué entraño.

Aunque iba a responderle a Lucas que no podía ser, decido levantar la mira del móvil antes.

-¿Marco? -mi cara de sorpresa, y la de mi compañero, es más que notable-. ¿Qué haces tú aquí?

-Hola -saluda tímidamente mientras se rasca la nuca y a mí me parece adorable-. Pasaba por Valencia, de casualidad, y he decidido verte.

Mi cara cada vez está más roja, pero la de Lucas no se queda atrás. Joder, después de esto me va a tocar un interrogatorio de los buenos.

-Bueno chicos, yo voy a seguir con lo mío -dice mi compañero de trabajo mientras nos deja a solas-.

En ese momento salgo del shock y me acerco a Marco para darle dos besos en forma de saludo y preguntarle qué tal está.

-He venido con mi padre a ver el nuevo hotel de Asier, ya sabes que es como mi hermano. Y bueno... les he comentado que tenía una visita pendiente y aquí estoy.

-Entiendo -respondo mientras en mi cabeza empiezan todas las piezas del puzzle a cuadrar-. Asier te ha dicho donde trabajo.

El mallorquín asiente mientras sonríe, orgulloso de su sorpresa.

-¿Tienes mucho lío? -pregunta preocupado-. No quiero molestarte.

-No te preocupes, estoy ultimando todo para las vacaciones -le explico-. ¿Quieres sentarte?

-Bueno, vale.

Intento concentrarme en el trabajo mientras Marco revisa su móvil y responde mensajes. Me pongo muy nerviosa por tenerlo delante de mí y apenas doy con la tecla.

En ese momento llega Samuel y me salva. Marco aprovecha para saludarle y hablar con él y con Lucas.

Qué vergüenza, la que me espera.

Cuando creía que ya habían acabado las sorpresas por hoy, el mallorquín vuelve a mi mesa y me mira sonriendo:

-¿Comemos juntos? -suelta, tan tranquilo-. Mi padre come con el padre de Asier, estoy libre.

Jo-der. ¿Ahora qué hago yo? Había quedado para comer con las chicas.

Hacerte feliz | MARCO ASENSIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora