XIX

84 5 2
                                    

Las miradas cómplices entre el mallorquín y yo se podían ver a kilómetros, pero a ninguno nos importó. Aquel 1 de enero fue especial y único. Quizá el más bonito vivido hasta la fecha. Y pese a no pasarlo junto a mi familia como cada año, viví el primer día del año muy bien acompañada.

Una de las veces que crucé el salón en busca de mi chaqueta, me encontré a Marco y sus amigos reunidos mientras sonreían. A mi parecer, el futbolista era el centro de la conversación y por el color de sus mejillas diría que estaba avergonzado por aquello que le estaban diciendo. Mis sospechas se confirmaron cuando, al verme, me miró y sonrió todavía más. Y sus amigos, por supuesto, me invitaron a sentarme con ellos. Yo, precavida de por donde podía ir la conversación, decidí seguir mi camino disimuladamente.

-¿Me estás huyendo? -escuché a mis espaldas y levanté la mirada de mi móvil para ver a un Marco sonriente en la puerta de la que fue mi habitación aquellos días-.

-¿Por qué lo dices? -le pregunté para ganar tiempo, seamos sinceras-.

Y antes de que pudiera decir nada más, cogió un cojín de la cama y me lo lanzó, aunque conseguí esquivarlo y él se rió a mi costa. Decidí devolvérsela y le lancé de nuevo el cojín, aunque a quien voy a engañar... lo cogió al vuelo con facilidad. Volvió a reírse para después negar con la cabeza mientras me guiñaba un ojo.

-Estamos pensando en ir a dar un paseo, ¿te vienes?

Durante la caminata, mis amigas contaban cotilleos, mientras que los chicos comentaban las jugadas magistrales de los últimos partidos. Yo bueno... solo podía admirar la espalda del mallorquín a cada paso que daba.

-¿No me vas a contar nada? -fue Clau quien me sacó de mis pensamientos acercándose a mí para hablarme bajito-.

-¿Qué quieres que te cuente? -le dije haciéndome la tonta-.

-No has dormido en nuestra habitación y creo que sé con quién has estado -Justo al acabar la frase, miró a Marco y no pude evitar sonreír-. ¡Lo sabía!

-Nos hemos dado un par de besos, poco más -le explico aparentemente normal, aunque por dentro no me lo creía ni yo-. No te emociones.

-¡Venga, chicas, dejaros de risas! -Inés nos pidió que nos diésemos prisa-. A este paso no llegamos para comer.

Mi mejor amiga fue la primera en enterarse de lo sucedido entre Marco y yo, aunque las demás tampoco tardaron en darse cuenta.

De vuelta a la casa alquilada, decidimos preparar entre todos la comida de año nuevo y disfrutar de aquel momento tranquilamente. Unos cocinaban, otros poníamos la mesa y otros, o mejor dicho otro, hacía de Dj. Berto inundó la casa de música actual, y entre tanta canción puso una de las últimas bachatas pegadizas. Ángel e Igor aprovecharon para bailar y demostrar sus dotes en el baile mientras el resto nos reíamos.

Todo fueron risas para mí hasta que Marco se acercó a mí por detrás, pasó su mano por mi cintura y empezó a moverse al son de la música. En ese momento me quise morir de la vergüenza. Pero le seguí perfectamente, bajo la atenta mirada de todos. Al acabar la canción nos separamos, no sin antes acariciarnos la espalda y un susurro del mallorquín en mi oído: "qué bien bailas, no conocía esa faceta tuya".

Entre risas, bailes y bromas se nos pasó el tiempo hasta que la comida estuvo lista. Después de comer, nos acomodamos todos en el sofá para jugar a juegos de mesa. Tuve suerte y fui de las primeras en coger sitio, por lo que me senté cómodamente en el sofá. Y ni hecho a propósito, entre juego y juego, Marco acabó sentándose a mi lado. En ese momento aproveché para apoyar mi cabeza en su hombro y dormirme un rato.

-¿Vais a dejaros ya de tonterías? -fue lo único que escuché por parte de Igor, diciéndole a su hermano y, por lo que imagino, refiriéndose a nosotros dos-. Estáis todo el día tonteando y uno detrás del otro... no sé qué hacéis perdiendo el tiempo.

Y no, la respuesta del otro Asensio no conseguí escucharla. Me quedé dormida antes. Cuando abrí los ojos, estaba sola en el sofá, no había rastro de nadie más hasta que escuché un balón en el jardín de la casa. Y acto seguido, Clau hizo acto de presencia delante de mí.

-¿Has dormido bien? Despierta, estamos fuera jugando al balón. Hemos hecho dos equipos y al que pierda, le tocará hacer la cena.

Así que sí, al final me tocó hacer de chef junto a Berto, Igor, Mary e Inés. El equipo vencedor, liderado por Marco (obviamente) disfrutaba viendo la tele y haciéndonos bromas mientras tanto. Incluso, el mallorquín de vez en cuanto se pasaba por la cocina con la excusa de "vigilar que no hiciésemos trampas". He de admitir que tenía su gracia. 

Nos marcamos una buena y riquísima tortilla de patatas (gracias mami por cocinar tan bien y enseñarme). Creo que les encantó, porque no quedó ni un trozo y he de decir que fue obra de todo el equipo cocinero. 

- Queda claro quién ha ganado, ¿no? -me vaciló Marco entrando en la cocina para dejar su plato en el lavavajillas-. 

- Sí, claro, clarinete -le respondí, chuleándole y siguiéndole el juego-. 

- La próxima vez, elige al equipo bueno -me soltó, mientras me guiñaba un ojo y se dirigía a la puerta-.

Me quedé boquiabierta, hasta casi se me cae el plato al suelo. Conseguí volver en sí y guardar en la nevera la bebida. 

- No te lo creas tanto, al final todo cae -le respondí para echarme a reír-. 

- Elegirme a mí siempre será buena opción, no tengo ninguna duda -me contestó y salió hacia el salón dejándome allí, sin palabras-. 

"No puede ser", en mi cabeza no paraba de repetir aquello. ¿De verdad había dicho aquellas palabras y se había ido tan pancho como si nada? Tenía claro que en una de esas, me quedaba allí mismo. 

Hacerte feliz | MARCO ASENSIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora