XXIII

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La jodida alarma del móvil de Marco empezó a sonar: las 7 de la mañana. Con lo a gusto que estaba yo durmiendo... maldita sea.

-Apaga ese maldito ruido o te juro que tiro el móvil al suelo hasta que se rompa -fue lo primero que dije, sin ni siquiera abrir los ojos-.

-¿Qué tal un "buenos días, Marco"? -me vaciló el mallorquín mientras alargaba la mano para parar aquel martirio-. Antes de que me vuelvas a amenazar, te aviso de que en 15 minutos volverá a sonar.

-¿Qué? -en ese momento abrí los ojos y le miré seriamente-. ¿Para qué quieres volver a escuchar ese ruido tan horrible?

-Porque a las 8 tengo que estar en la ciudad deportiva, tengo 15 minutos de coche y tardo otros 20 minutos en ducharme y desayunar.

-¿Me estás diciendo que me has quitado 15 minutos de sueño?

En ese momento se acerca a mí, quitándome la almohada de la cara y poniendo su cara a centímetros de la mía.

-Necesitaba 15 minutos para esto -y acto seguido me besó-.

Creo que nunca imaginé un despertar más bonito. Y, así, entre besos, caricias y cosquillas, conseguí mejorar mi humor notablemente. ¿Dónde hay que firmar para despertarse así todos los días de mi vida?

-Vas a llegar tarde y no será mi culpa -le advertí, justo cuando sus besos empezaron a ser más intensos-.

Alzó las cejas y me miró curioso. Y ni un minuto pasó que la maldita alarma volvió a sonar como me había indicado minutos antes.

-Te libras porque no quiero llegar tarde de verdad. Y bueno, porque tú mucho ñiñiñi, pero también tienes que trabajar.

-Qué vacilón eres -le respondí tirándole la almohada a la cara y riéndome-.

-Te has despertado hoy muy agresiva, ¿no?

Y antes de poder responderle, me cogió en volandas y me llevó hasta la ducha.

-No, no, no, Marco, al agua no... -le supliqué para que no abriese el grifo-. 

Y en cuanto me soltó para darle al agua, conseguí escaparme de sus brazos y salir corriendo hasta la habitación. Acto seguido vino detrás de mí, y desde el marco de la puerta del baño me miró riéndose: 

-Esta me la vas a pagar, Larita -me amenazó entre risas-. 

-Sí, sí, lo que tú digas, Marquito -le burlé mientras rodaba por la cama, cual niña pequeña. 

-Me voy a ducharme porque a este paso no llego... -y justo desapareció de mi campo de visión. 

Con tal de seguir molestándole, me dirigí a la puerta del baño y empecé a decirle que se diera prisa, que yo también tenía que ducharme. Y cuanto menos lo esperaba, abrió la puerta solo con la toalla puesta en la cintura, las gotas de agua cayéndole por la cara y la espalda... Creo que me podría quedar así toda la vida. 

-¿Querías algo? -preguntó vacilón viendo que me quedé sin palabras y sin aliento-. 

-Eh, sí, sí, ducharme -dije como pude, sonrojada-. Un segundo. 

Y me dirigí a mi maleta para coger la ropa de cambio: unos vaqueros y una camisa fluida color tierra. Perfecto para teletrabajar. De vuelta al baño, el balear ya se había vestido (GRACIAS VIDA, porque pensaba que no lo contaba) y pude respirar tranquilamente.

-¿Estás bien? -Marco empezó a notar que algo no iba bien-. 

Cómo iba a decirle yo que lo único que me pasaba era él. Me ponía nerviosa y no quería admitirlo. 

Hacerte feliz | MARCO ASENSIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora