XXII

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-Dame dos minutos para despedirme y nos vamos, ¿vale? -me pidió Marco y asentí. Obvio, le daba dos minutos y todo el tiempo que necesitara-.

Y como si lo hubiese sabido, adivina ella, Clau me llamó haciendo sonar mi teléfono y entreteniéndome mientras el mallorquín se despedía de los allí presentes.

-¡Hola! -respondí a mi mejor amiga-.

-Hola, bonita -uy, malo, mi amiga siendo cariñosa...-. ¿Qué tal por Madrid?

-Bien, llegamos ayer y desde entonces liada con el evento del hotel.

-Ya, me imagino... Y lo más importante, ¿has visto ya al futbolista?

No pude evitar reírme y contagiárselo a mi amiga.

-Sí, ahora mismo está despidiéndose de la gente para irnos juntos a su casa.

-¡Uy! O sea que... ¿dormirás hoy con él?

-¡Claudia! -la regañé, ella siempre pensando mal-. Déjate de tonterías. Tal y como me pidió, me quedo este fin de semana aquí con él. Nada más.

-Vamos a ver... tienes 27 años, guapa. Y una no duerme en casa de alguien con el que no quiere nada. Ah bueno, y con el que habla todos los días de la semana. Y por quien se le cae la baba cada vez que le llama. ¿Quieres que siga?

-Vale ya, quizá tengas un poco de razón. Pero Marco y yo somos amigos, nada más. No te emociones más de la cuenta.

-Lara, cariño, tú misma me dijiste que en año nuevo os liasteis. ¿De verdad quieres que me trague que solo sois amigos? ¿Acaso te has liado con Lucas? Es muy amigo tuyo y que yo sepa... nada de nada.

-Vale, vale, ya lo pillo. Bueno, tengo que dejarte, creo que viene hacia aquí, lo que significa que nos vamos.

-Hablamos mañana y me cuentas todo, quiero ser la primera en entrenarme.

-Sí, pesada.

-Ah, y dale recuerdos de mi parte. ¡Adiós, Lari! Pásalo muy bien y disfruta.

Justo cuando colgué el teléfono, el mallorquín llegó hasta donde yo estaba y me sonrió.

-¿Nos vamos?

-Sí, claro. Estaba hablando con Clau, me daba recuerdos para ti.

-Devuélveselos de mi parte. Pronto tendremos que hacer una quedada todos, ¿no crees? Siempre lo pasamos muy bien.

-Sí, la verdad. Estaría genial.

Y dicho aquello, nos dirigimos a su coche, su precioso Audi. Primero pusimos rumbo al hotel para que yo pudiese recoger mi maleta con toda la ropa. Y después nos dirigimos a su casa.

En el trayecto le escribí a Lucas y Samuel por el grupo del trabajo:

"Chicos, mañana teletrabajo. Nos vemos el lunes. Buen finde :)"

-¿Qué te apetece cenar? Había pensando en pedir comida y cenar tranquilamente en casa. Entre el partido de ayer y el viaje de hoy, estoy bastante cansado. Además, tú también deberás estarlo.

-Claro, sin problema. En cuanto a qué podemos pedir, me apetece sushi, si te parece bien.

De camino a su casa, pedimos la cena para no tener que esperar demasiado cuando llegáramos. Una vez allí, mientras hacíamos tiempo, Marco se dio una ducha y yo jugaba con Rome. Después me di yo una ducha y me puse el pijama.

Cuando bajé, la cena ya había llegado y estaba todo bien colocado en la mesa pequeña del salón.

-¿Y esto? -le pregunté, sorprendida por el detalle de haberlo preparado todo-.

-Soy un buen anfitrión, a ver qué te has pensado.

-Y un poco creído también -le dije, mientras me reía.

-Bueno, he de confesar que no con todos mis invitados soy tan servicial. Siéntete privilegiada.

-Qué halago. Aunque te hubiese quedado mejor si hubieses cocinado tú.

-A la próxima prometo hacerte una comida rica. Ahora vamos a comernos este sushi, que mañana hay obligaciones que atender bien temprano.

Y así hicimos. Degustamos aquel sushi riquísimo mientras comentábamos todos los lujos y detalles del hotel del que veníamos. Sin duda, era un complejo a la altura de la alta sociedad.

-¿Ya no quieres más? -me preguntó cuando dejé los cubiertos a un lado y bebí el último sorbo de agua-.

-Estoy llena, ya no puedo más.

-Cierto, algún que otro donut tiene la culpa.

-Qué gracioso... no sabes lo que te pierdes.

-Tomo nota, cuando quiera sobornarte ya sé qué puedo ofrecerte.

Y así, entre risas, recogimos la mesa entre los dos y pusimos el lavavajillas.

-¿Te apetece ver algo? -me preguntó mientras salimos de la cocina, pasando por el salón, señalando la tele-.

-Si no te importa, preferiría ir directamente a dormir. Estoy cansada y mañana hay que currar.

-No se hable más, a la cama.

Me invitó a subir las escaleras delante de él. En el pasillo encontré mi maleta y cogiéndola, me giré para preguntarle cuál iba a ser mi habitación.

-¿Duermes conmigo? -me propuso-. La otra vez que dormiste aquí me abandonaste y dormí solo-.

-Bueno, venga, esta vez sí. Te la debía.

No dijo nada, solo sonrió y sabía que estaría celebrándolo por dentro. Soy consciente de que a veces me hago demasiado la dura, pero llegados a este punto ya no hay retorno.

Entré en su baño para lavarme los dientes, y acto seguido me imitó. No pude evitar reírme cuando nos vi por el espejo con el pijama y con el cepillo lleno de pasta de dientes. En cuanto me enjuagué, le sonreí y fui directa a la cama. Diría que aquella cama medía casi dos metros, y tenía pinta de ser demasiado cómoda. También es cierto que yo dormía con facilidad en cualquier colchón, bueno ya me entendéis.

Cuando Marco acabó, se tumbó a mi lado y justo después puso la alarma.

-Ahora sí, alarma puesta. Mañana toca darlo todo de nuevo.

-Ojalá fuese ya sábado para poder dormir plácidamente -dije riendo-.

-Suerte que tienen algunas. Otros tenemos que madrugar hasta el fin de semana -se hizo el ofendido para después reírse-.

-Buenas noches -le dije, mientras me acomodaba en la cama-.

-Hasta mañana, descansa.

Y antes de que pudiese dormirme, noté como los brazos de Marco me abrazaban y posaba un pequeño beso en mi cabeza. En ese momento sentí que ese era mi lugar, o mejor dicho, el nuestro.

Hacerte feliz | MARCO ASENSIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora