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Pov. Sparta:

Era una tarde reconfortante; no habían niños llorando o quejándose de cualquier cosa, no habían tantos ruidos de automóviles. Podría decir que era una tarde casi perfecta, sino fuera porque estaba en una reunión familiar en casa de mis padres.

Una o dos veces al mes mis padres hacen una reunión en su casa para que podamos convivir en familia y decir las cosas que nos han pasado en todo el mes. Todo estaría bien, ya sabes, convivir en familia y esas cosas, pero no fuera porque todos son unos doble cara o mentirosos.
Los que más me han criticado son los familiares de mi padre, tipo, la mayoría de ellos son dueños de empresas y otros son doctores, te critican hasta el color de ojos que tienes. Sin embargo, la familia de mi madre tampoco se queda atrás con las críticas, pero en su caso la mayoría son psicólogos y abogados.

Imaginar que vengo de familia que casi todos son exitosos y que yo sea como la oveja negra es algo molesto. Todos presumiendo sus trabajos y uno ni sabe que decir ya que mi "trabajo" no es tan exitoso como el suyo y, de paso, ni siquiera me lo he ganado honradamente porque fue mi padre quien me dio el acceso directo para trabajar en una de sus cafeterías.

A veces si me gustaría ser como mi hermano. Él siempre es halagado por todos; nuestros padres, tíos, primos, abuelos, amigos y hasta por los profesores. Él a sus dieciséis tenía un trabajo, tenía notas increíblemente perfectas y no tenía ninguna preocupación, en cambio, yo soy todo lo contrario.

Verlo feliz, sonriendole a todos...como si fuera la persona más amable, responsable y honorable en el mundo. Si tan solo conocieran su pequeño secreto juraría que lo estarían odiando, maldiciendo y, por supuesto, decepcionados de él. Nadie quisiera que el chico perfecto muestre un error.

Mis pensamientos fueron interrumpidos; el ruido de la puerta siendo abierta y seguido unos pasos.

—¡Perdón por la tardanza! —Anunció Karen, una de las primas.

—Claro, adelante. —Respondió mi padre.

—Bien, gracias...Quería presentarles a mi pareja. —Dijo, mientras jalaba del brazo a otra chica.

Era una pelirroja de ojos avellana, de mediana estatura y con un lindo cabello que le caía un poco más abajo de los hombros.

—¡H-hola! Buenas tardes, soy Andrea...u-un gusto conocerlos... —Balbuceo con nerviosismo.

Murmuros y miradas de repulsión eran presentes en aquella atmósfera incómoda que se acaba de formar. Puede que ambas familias sean algo diferentes, pero tenían algo en común: odiar a las personas homosexuales. Y ya era de esperarse que a Karen no la iban a aceptar, ni siquiera su propia familia.

—Felicidades, supongo. —Habló Víctor.

—¿Felicidades? ¡¿Cómo puedes felicitar a esta pecadora?! —Reclamó una tía.

—Es molesto decir esto, pero...ella tiene razón. ¡¿Cómo puedes felicitarla?! ¡Es una deshonra para la familia! —Protestó otra tía.

—¡Que se largue de aquí! —Reprochó un tío.

—¡Concuerdo!, ¡no queremos pecadores aquí!

Los reclamos se volvieron gritos y eso fue convirtiéndose en una total discusión, obviamente, nadie estaba defendiendo a las chicas así que todo lo que ellas escuchaban eran insultos hacia su persona.
Poco a poco todo se estaba volviendo estresante y lo peor es que ellas no hacían nada, solo se quedaron paradas con una expresión de miedo y apunto de llorar.

Me levanté de mi asiento, caminé dirigiendome hacia ellas. Intenté jalar del brazo a mi prima para que me siga junto con su novia. Después de unos momentos de insistir, ella obedeció y me siguió. Las llevé donde antes era mi cuarto para que al menos tomen un respiro de todo ese aire tóxico que daban esas personas.

Un amor sincero [ Spartor ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora