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Pov. Sparta:

Aún eran las seis de la mañana, demasiado temprano para levantarse; seguía abrumado por una sensación de tristeza que me invadía desde la noche anterior. La mañana amaneció gris y helada, perfecta para seguir durmiendo y olvidarse de todo.
Los ruidos de la ciudad apenas llegaban a mis oídos, como si todo estuviera envuelto en una burbuja de silencio.
Solo se escuchaba el ruido de los carros que ocasionalmente pasaban por allí, pero ese sonido también se perdía rápidamente en la distancia.

Armonioso silencio que fue deteriorado por esas horrendas quejas y pasos inquietantes que se acercaban cada vez más a la habitación.
No estaba en mi cama, ni siquiera en mi casa. Estaba en un lugar que cada vez que despertaba era nuevo y hermoso, pero recordaba de inmediato el infierno en el que me había metido.
No había día que odiara estar aquí, detestaba el día que acepté su estúpido "trato", el maldito día en el que caí como un tonto ratón buscando comida en su trampa elaborada y estratégica para llenar su insaciable hambre de gato.

Deseaba que los pasillos fueran lo suficientemente largos para que él no llegara al dormitorio, pero sus pasos se detuvieron, ya está en el marco de la puerta con una toalla enrollada en las manos, que inmediatamente arrojó a mi pecho.

—¡¿Qué haces aún acostado?! Mi desayuno no se preparará solo —se quejó, jalando la sábana, dejándome descubierto —. Así como anoche te movías como loco, hoy quiero que te muevas haciendo mi desayuno.

—¡Tsk! Idiota, aún tengo sueño y hace demasiado frío como para ir a la cocina.

—Amor —inició con un tono melodramático, acercándose a mi oído —, ayer me prometiste que harías el desayuno. ¿Acaso te olvidaste?

Su acercamiento tan repentino ya era algo común, aunque generalmente lo utilizaba cuando quería otra cosa a cambio que siempre terminaba en "placer", "cama" y "dolor".

—No, no lo olvidé...ahora voy para allá.

—¡Perfecto! —exclamó, levantándose de inmediato de la cama —. Eres demasiado amable, Spartita. Si sigues así puede que en la noche obtengas tu premio.

Terminó su frase cliché con un beso en la frente y luego se metió en el baño por las siguientes dos horas; eso es lo que generalmente se tarda entre bañándose y siguiendo sus rutinas de skincare.

Me levanté con pesadez hasta la cocina, que asombrosamente estaba limpia. Busqué entre los estantes la comida que había guardado anoche y así servirlo como desayuno para esa bestia, pero a él nunca le gustó que guarde comida pasada así que siempre lo terminaba echando con los demás desperdicios.

Comencé a preparar el desayuno con un movimiento lento y vacilante, como si estuviera en automático. Era como si mi mente y cuerpo estuvieran desconectados, y todo lo que podía pensar era en lo mucho que me hubiera gustado volver a la cama y hacer como si todo esto fuera una pesadilla.

[ . . . ]

A medida que avanzaba el día, me sentía cada vez más triste y desanimado. Todo parecía un esfuerzo inútil y el mundo que me rodeaba parecía un lugar oscuro y desolado. Sentí ganas de llorar, pero me contuve porque sabía que eso no resolvería nada.
En cambio, me refugié en mis pensamientos, tratando de encontrar una manera de cambiar la perspectiva del asunto y sentir algo de alegría, aún así sea por lo más mínimo.

—Ya vuelvo, regreso a eso de las doce de la noche —indicó, acomodando su traje mientras se veía en el espejo —. Espero que cuando vuelva este mi comida ya preparada.

—Si, ya vete...llegaré tarde a mi trabajo si sigues hablando.

—¡Ay, Spartita, no! —Se quejó, abrazándome por la cintura —Sabes que no me gusta que vayas a ese local, hay demasiadas personas que te ven como un punto fácil y tú eres todo mío —enfatizó, juntando ambas frentes mientras acaricia mi mejilla.

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⏰ Última actualización: Nov 03 ⏰

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Un amor sincero [ Spartor ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora