Capítulo 10

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Analía no sabía qué hacer, quería hablar con Franco para saber si había hablado con su jefe y qué le había respondido este, pero no quería molestarlo, tal vez todavía estaban decidiendo qué hacer, ella estaba segura de que prefería perder a sus hijos con ese hombre antes que abortarlos; aunque sabía que él solo los quería para conseguir más dinero, estaba segura de que, de todos modos, serían bien cuidados y tratados.

Marian llegó con el desayuno; ese día no tenía ganas de levantarse.

―¿Quieres ir a dar una vuelta más tarde?

―No sé, no tengo ganas de hacer nada.

―No puedes estar así, no te hace bien.

―¿Por qué Franco no ha vuelto? Ha pasado casi una semana y no me ha dado ninguna respuesta. ¿Y si su jefe se enojó y lo echó? ¿O ya no los quiere?

Marian se largó a reír.

―No podría echarlo, eso sería imposible.

―¿Entonces?

―A lo mejor no ha podido venir, pero yo creo que ya está decidida tu participación en la crianza de tus hijos. No los perderás, estoy segura de eso.

―Ojalá sea así, son míos y los amo, aunque sean de ese hombre.

―Él es un buen hombre, si se hubieran conocido de otra forma, estoy segura de que hasta se habrían casado.

―Seguro que sí ―ironizó Analía―. Lo más probable es que a él le gusten las tipas de dos metros ochenta, como la rubia perfecta que vi el día que me aceptaron como donante.

―¿Dos metros ochenta? ¿No es como un poquito mucho?

―Yo la vi así.

―Ay, es que tú ves a todo el mundo así, si mides uno cincuenta, y eso. Eres una miniatura.

―Bueno, por lo mismo, a él le deben gustar las mujeres como esa. Capaz que ella hasta sea su novia. Franco dijo que no, pero no me la creo.

―Ya me imagino de quien hablas. Si estaba allí por mi jefe, sé quién es, es la única rubia perfecta y que sí, mide dos metros ochenta. ―Largó una carcajada―. Pero no te preocupes por ella, es una especie rara de zancudo, de esos que te revolotean en la cabeza con un zumbido que no te deja ni pensar. Esa es ella. Vive con la cantaleta de que se van a casar, él no le hace caso. Dicen que fueron muy amigos desde niños, pero cuando crecieron, sus papás los prometieron en matrimonio y ahí se echó a perder su amistad, ella se obsesionó con él, poco después los papás de él se murieron y ella creyó que, en memoria de ellos, él iba a aceptarla como su novia y no fue así. Cuentan las malas lenguas que, a pesar de ser un mujeriego, él no tuvo nada con ella.

―Es que, si es así de loca, meterse con ella era meterse entre las patas de los caballos, no se la hubiera sacado más de encima.

Madre por error (ONC2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora