Capítulo 14

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Tu olor con el mío

Nate me ofrece el mando una vez saco el ordenador y la libreta del bolso, negando me río al decir que lo maneje él que parece muy entusiasmado en ver todos esos vídeos, además de revelar que tal vez tenga información nueva; tan pronto como salí de la ducha vi un mensaje de Yael avisándome de que me había enviado un email con los datos que encontró. Así que decido colocarme en la mesa grande y revisarla mientras aprovecho el enchufe que hay detrás para conectar la plancha y rizarme el pelo. La investigación de Yael son números, números y más números. Todos son importes estratosféricos de dinero apostadas en diferentes fechas por personajes que en su día a día mueven dichas sumas. O eso creo, pocos nombres me suenan y los que me suenan sí manejan esas cantidades limpiamente, los conozco porque mi padre trabaja o ha trabajado alguna vez con ellos y papá no trabaja para gente que gane dinero negro.

Atontada de tanta cifra pongo a cargar el teléfono para tenerlo al cien por cien esta noche y a dejar la plancha en su sitio, porque si no permanecerá en la mesa por los siglos. Remangándome las mangas bajo las escaleras sin encontrar a Nate en el sofá, «estará en el baño» pienso sin darle importancia. Cuando me siento de nuevo frente al ordenador me lo encuentro en mi frigorífico, apoyando la barbilla en la mano le observo.

-¿Cotilleando?

Nathaniel baja la cabeza y sus omoplatos tensan su camisa a la vez que cierra la nevera. Al girarse agita la botella de cristal que lleva en la mano, su semblante boyante me mira a la espera de una respuesta, con la ceja arqueada y una media sonrisa asiento indicándole que los vasos están en la alacena. En menos que canta un gallo se acerca a mí dejando el agua en la mesa de madera que hace juego con la pequeñita y el suelo, sin soltar su vaso se interesa en si hay algo relevante en los nuevos datos que tengo.

-No veo nada anormal -suspiro a la vez que giro el portátil en su dirección.

Aburrida miro la tele donde todavía siguen los combates de Cropper, descansando la barbilla sobre la rodilla espero a que Nate se percate de que por mucho que mueva el cursor pa'rriba y pa'bajo una y otra vez seguirá sin encontrar nada, cuando de repente, su brazo me obliga a echarme para atrás al pasar por delante de mi cara hasta alcanzar la libreta y el bolígrafo. Mi cabreo se disipa con cada letra que escribe. Con cada roce de su codo en mi piel desnuda. Con cada mirada que desvío al bíceps que hay bajo la sedosa tela que deja poco a la imaginación.

-¿Te suenan? -Consigue que me centre en su rostro. Un rostro inquieto que me dice que ha presionado la tecla correcta.

-¿Deberían? -Logro verbalizar.

Relajando mi mente -y mi cuerpo- cojo la libreta la cual todavía está bajo su palma, en un gesto rápido suelta el boli y lleva su mano al respaldo de la silla donde puedo notar sus nudillos en mi hombro.

«¡Céntrate!» Me grita mi otro yo antes de desviar la mirada a su brazo tenso.

Centrada en la libreta, veo que ha escrito tres nombres de los cuales no tengo ni idea de porqué tendría que conocer.

-Fíjate bien.

Con la mano libre coloca el ordenador en mi dirección antes de apoyarla de nuevo en la mesa, en la pantalla hay tres de los documentos de Yael: están marcados los mismos nombres de la libreta. Los tres individuos apostaban en todas las veladas a que Cropper sería el derrotado, perdiendo mucho dinero por culpa de la victoria del boxeador. En cada apuesta la suma disminuía excepto en esta última, la cual se cuadruplicó. No solo es sospechoso que aumente la cantidad, sino semejante cantidad. Al leer de nuevo los nombres mi mente empieza a recordar. Esos nombres los conozco, pero de qué. Como una loca empiezo a pasar las hojas, estoy convencidísima de haber escrito esos nombres.

Cuatro son multitud, tres no.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora