Capítulo 30 | Parte 1

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Parte 1

Apareces y eres lo único real

El reloj del móvil indica que son las tres menos diez cuando el sonido del teléfono fijo me despierta, a estas horas una llamada ahí solo puede significarse el desalojo del edificio. Tras pedir que se encienda la luz al primer nivel, el cabecero de tela se enciende dejando la habitación en penumbra, a pesar de haberme molestado la luz de la pantalla, ésta me hace echarme la mano a los ojos y frotarlos para ayudarlos a hacerse a la luz. Al llegar a la mesita del salón y encontrar el teléfono con la escasa luz que llega desde la cristalera respondo: es Milton avisándome de que la jovencita de las trenzas está subiendo en un estado más que ebrio, le pregunto si sólo es eso o hay indicios de haber podido ser agredida, contesta que su ropa parece intacta y que cree que ha llegado en Uber.

—¿Llamo a la policía, señor Brandfont? —Puedo notar la preocupación en su voz.

—No, si le ha ocurrido algo, yo avisaré. Gracias —dejo el aparato sobre la mesa y mi mano se va automáticamente a mi cabeza—. ¿Qué cojones haces aquí, Sidney?

Si Milton me avisó en cuanto Colbert desapareció de su vista quedan unos segundos para que llegue, camino de nuevo a la habitación, me pongo la camiseta que tiré sobre la cama antes de irme a dormir y sin calzarme me acerco hasta el ascensor, las puertas deberían abrirse ya y la flecha todavía marca que está abierto en algún piso...

Paso mi mano por mi nuca y suspiro, cómo irá que ha pulsado todos los botones.

Apoyado en la pared de enfrente espero que se baje en esta planta y no en una equivocada y moleste al resto de vecinos. Al fin se abren las puertas y ahí está soltando vapor en el espejo y haciendo dibujitos como tantas veces le vi hacer de adolescente. Su silueta va envuelta en unas medias negras casi transparentes, una falda de cuero rojo redondea su trasero hasta el muslo sin dejar a un lado la elegancia que le acompaña siempre y una camisa negra asoma por debajo de un jersey colorido de rayas. En cuanto el ascensor anuncia que se va a cerrar, me apresuro a colocar la mano y evitar que se dé otro paseo.

—¡Braaaandfont! —Suelta alegre al girarse.

Su pelo está algo revuelto atado en una coleta alta y su sencillo maquillaje pide a gritos limpiarlo tras horas en su cara.

—¡Hooliii! —Dice cuando detengo una vez más las puertas.

—Venga —le ofrezco mi mano que no acepta—, sal —digo en tono conciliador.

—Ups que se nos come —ríe después de que las puertas se mueven.

Giro la cabeza hacia el espejo tratando de esconder mi rostro al notar como la comisura de mi labio se levanta al querer esbozar una sonrisa, el rastro de una cara sonriente con bigotes y orejas se desvanece.

Cuatro son multitud, tres no.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora