Capítulo 32 | Parte 2

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Parte 2

Solo dos cuerpos que quieren pasar a la acción


—Ve a refrescarte —la voz de Austin y su mano rodeando la mía sacuden ese pensamiento tóxico—, si quieres date una ducha —sus ojos me miran a escasos centímetros y sus labios susurran pegados a mi oído.

Por alguna razón siento que sabe el motivo de mi reacción, pero seguramente frente a él solo ve a una chica cansada y con una resaca que tal vez todavía sea borrachera. Temblorosa, asiento dándole las pastillas. Sin saber muy bien donde ir me dirijo al servicio que descubrí hace un rato. Atendiendo al llamado de mi apellido, Austin se acerca a mí extendiendo su mano, sin dudarlo, la agarro dejándome guiar por el salón hasta su habitación mientras comenta que estaré más cómoda y tranquila en el otro baño. Al abrir la puerta negra corredera presiona un interruptor y una luz potente, que baja enseguida, me muestra un vestidor con armarios oscuros sin puertas llenos de trajes, camisas y chaquetas colgadas en perfecto estado, también hay otra estantería repleta de calzado y en medio una butaca sin respaldo gris.

—¿Es el armario de Sabrina? —Me dejo caer en el asiento gris—, ¿y Salem?

—Estuviste anoche, ¿no te acuerdas? —Niego y me suelto, dejando caer mi mano sobre mis muslos —. ¿Y antes de llegar aquí?

Me encojo de hombros y empiezo a acariciar la uña del pulgar con la yema del índice, distraída en ese acto que hago cuando miento siento el peso de Austin hundir el puff. Lo último que retumba en mi cabeza son las palabras de Kevyn. Él fue quien detonó la bomba que estaba a punto de desactivarse.

—En algún momento has tenido que ir sobria —levanto la vista y me encuentro con sus ojos azules mirándome—, en la oficina lo estabas —esboza una pequeña sonrisa sacándome a mí otra.

—Lo último que recuerdo es...

—Recuérdalo para ti —interrumpe suave, tan suave como posa su mano en mi rodilla—, no tengo porqué saber los motivos de tu borrachera, al menos que haya sido por mi culpa —ladeo la cabeza ante sus últimas palabras.

—Un poquito —suelto una mueca divertida—, ósea no tú de tú —me pongo nerviosa y él solo me mira divertido—, ósea un poco sí, pero...

—Lo de preparar las salas —asiente sonriente. Yo asiento con el entrecejo arrugado—, le encontrarás el sentido, espero —aunque su rostro sigue siendo dulce sus palabras son serias. Arqueo mi ceja y él vuelve a reírse. Genial soy su bufón particular—. Me hace gracia.

—Ya veo —gruño agachando la cabeza.

¿Por qué la agacho? Pues porque me siento su payaso privado.

—Calma, fiera —dice divertido.

En el momento que me centro en él, sus dedos dejan mi rodilla para posarla en mi cabeza, no estamos tan cerca como en el sofá, pero puedo sentir su respiración alterar la mía cuando su pulgar comienza a acariciar con ternura mi ceja izquierda, provocando que arrugue de nuevo la frente.

—¿Nunca te han dicho que estás muy graciosa cuando arqueas la ceja?

«¿Y tú que estás sexy?»

Necesito al Austin frío, calculador y egocéntrico, no puedo continuar conociendo a este tío, no puede seguir siendo tan dulce porque al final voy a caer en sus redes y no quiero. No quiero puesto que es lo que él busca y no le voy a dar el gusto de tacharme de su lista, aunque tengo curiosidad por saber por qué es así conmigo. Por desgracia sé cómo es en ese ámbito; algunos detalles los conozco por el boca a boca, sin embargo, muchas las sé por parte del club de pijas, como lo bautizaron y el cual odio, -no consigo librarme del desayuno que organizan una vez al mes-. El setenta por ciento de esas conversaciones desconecto ya que no me interesan los actos sexuales de ellas y el gran Austin Brandfont. No paran de alardear del placer que les da y que ojalá consiguieran repetir, o peleándose debido a que estuvo una antes que, con otra, o que no les dio el número de teléfono, que no las saluda en las galas, blablabla. ¡Hasta han intentado decir de qué forma o tamaño la tiene! Siempre tan desagradables. Constantemente ha sido sexo, sexo y más sexo, nunca, jamás, las he escuchado hablar de ternura, dulzura o delicadeza a la hora de hablarles o besarles y créeme, si hubiese habido tales palabras, fardarían diciendo que son especiales y que serán la mujer que el playboy llevará al altar. En el momento que ponía los ojos en blanco soltaban la frase de estás así porque contigo no quiere nada, blablabla, es inútil contestar que yo era la que no quería nada con ese engreído, por dios, ¡que tenía novio!

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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