Capítulo 30 | Parte 2

5 1 0
                                    

30

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

30

Parte 2

Entra sin miedo, sin máscara, sin disfraz


—Dime.

Separándose de mí endereza su tronco para levantarse, mi instinto me hace agarrarla por los brazos y sentarla en el momento que empieza a tambalearse, mirándome fijamente sonríe.

—Ponte seria —me saca una sonrisa al regañarse a sí misma con el dedo índice.

Cada fracción de su rostro se encoge, su nariz se arruga y las comisuras de los labios se elevan lo suficiente para fruncir su boca.

—Mi batido —continúa—, te odio por eso.

Oír eso de ella duele.

—Dolió que te lo bebas —dice algo trabada apoyando la frente en mi mentón—, dolió.

Ladeo mi cabeza dejando caer la suya sobre mi mejilla y aprieto los dientes a la vez que suelto sus brazos para no traspasarle esa rabia. Sabía de su nulo aprecio y que me detesta, como tantas otras personas por culpa de los actos de mí yo joven. Ella jamás lo ocultó, era la única que me insultaba en esas estúpidas guarderías de adolescentes ricos sin importarle que se lo devolviera, pero el sentimiento de odio es muy grande y doloroso. Tal vez sea una forma divertida de decirme que no le vuelva a quitar comida, aunque los borrachos nunca mentimos y por eso hace tiempo que me emborracho solo.

—Tengo pipí, ¿me llevas? Porfi —la oigo pedir como un niño pequeño.

—Esto sí va a ser complicado —digo, creyendo que eran mis pensamientos.

—Tranquilo —da unos torpes golpes en mi hombro—, apuntaré dentro —ríe.

Agarro sus muñecas para ayudarla a levantarse y no la suelto hasta que se estabiliza, una vez lista promete que puede, aunque ella crea que camina sola, sujeto desde atrás su mano, no estoy convencido y el primer traspié llega a tan solo unos centímetros de la cama. Mis reflejos son rápidos y envían mis manos a agarrar su cadera pegándola a mí, dándole el equilibrio que perdió antes de llegar aquí. Sus dedos aprietan mis manos y su voz temblorosa se queja de que la habitación da vueltas.

—No me sueltes.

—Nunca.

A su ritmo y sin separarme de ella, abro la puerta corredera del vestidor que hay que traspasar para ir a mi baño privado, en cuanto llegamos pido a la domótica de la casa que encienda la luz del servicio, Sidney se detiene y le da una grata bienvenida a la chica sin libido con una gran carcajada. Asegurándole que solo está ella la guío hasta el retrete de la amplia habitación pidiéndole que se agarre y que grite al terminar, le indico donde tiene el papel, salgo dándole la intimidad que ha perdido desde que entró en mi apartamento y empecé a descubrir factores que mantenía en secreto. Apoyado en los cajones del armario más cercano me cruzo de brazos pensando en qué puedo hacer para ayudarla, de vez en cuando escucho un uy acompañado del sonido de sus manos chocando contra la mampara de la ducha, al preguntarle si se encuentra bien pregunta por el papel.

Cuatro son multitud, tres no.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora