Capítulo 31 | Parte 2

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Parte 2

Que solo hay atracción, improvisación

Ante mi asombro me cuenta sosegado que Milton, el portero que conocí, me reconoció cuando entré en el edificio a las tres menos algo de la mañana y le avisó del estado que llevaba, también me informa de que al poco de dormirme se presentó la policía porque el conductor del Uber dio aviso de haber llevado a una joven blanca sin sus pertenencias, descalza y borracha.

—¿Descalza? —Asiente.

¿Qué coño me pasó anoche? Nunca he actuado así, ni siquiera en mi adolescencia, me he emborrachado mucho y siempre he sabido donde estaba y lo que hacía. Reconozco que me gusta ir descalza, pero no hasta el punto de subirme a un coche y presentarme en la casa de alguien que no soporto. Suspiro y dejo caer la cabeza sobre el respaldo, casi encima del hombro de Austin.

Ambos miramos un punto fijo que se esconde en la oscuridad, entre tanto, atrapo mi mano izquierda entre mis piernas encogidas y la otra juega con la botella molestando a los dedos de la mano de Austin atrapados bajo su brazo. No sólo siento el calor de esos dedos, también el de la cabeza pegada a la mía al echarla hacia atrás para estar más cómodo de lo que ya está.

—Podría haber...

Mi voz suena apagada. Uno de sus dedos roza el dorso de mi mano, traspasándome esa tranquilidad que él tiene. Como si supiese qué voy a decir, pero fuese necesario verbalizarlo.

—Podría haberse aprovechado de mí, pero me trajo aquí y avisó a la poli, me pregunto si hubiese sido igual si fuese de otra raza o nacionalidad.

La angustia por lo que podría haber sido y no fue junto el dolor de cabeza, me invaden a la vez desvaneciéndose despacio al notar dos dedos más de Austin acariciando mi mano.

—No pienses en ello —noto el giro de su cabeza, sus labios hablan casi pegados a los míos.

Inclino la cabeza lo justo para encarar mis ojos con los suyos, el brillo ya no está y puedo notar el aire que sale por sus labios entre abiertos.

—Lo importante es que estás bien —dice después de humedecerse los labios, apartando la mirada para centrarse en su punto invisible.

Los dos suspiramos casi al unísono, soltando un peso que nos encontramos en la calle y lo acogimos sin necesidad. Si te soy sincera, ya no sé si deseo saber qué sucedió anoche o hace un rato, mi noción del tiempo está más perdida que mi memoria y el sol todavía no se asoma. Un pinchazo me provoca un quejido y llevarme la mano a la cabeza, ahí está otra vez el dolor que se contagia al cuello por mi mala postura. Al percatarse me ofrece sentarme a su lado, sujetándole del brazo lo detengo para que no se mueva. No quiero estar más cerca de lo que ya estamos.

—Bueno si, no estoy cómoda.

Me muevo lo justo para apoyar la espalda en el respaldo, él se mueve muy poco, pero suficiente para dejarme hueco. Mirándome me pregunta si estoy bien, su semblante es igual de serio que siempre, aunque algo más relajado, su morro se tuerce cuando encojo los hombros.

—¿Necesitas algo? ¿Quieres algo? ¿Agua? ¿Ir al baño? —Insiste ante mi silencio. Niego con la cabeza, más por vergüenza, demasiado ha hecho ya y ni siquiera sé el qué o cuánto—. Ahí está el frigo —señala hacia delante.

Eh... Igual no ha hecho nada por mí.

—¡Colbert! —Grita tranquilo en cuanto me levanto, su mano se posa sobre la mía dejando a mi culo en el aire—. Es broma.

Cuatro son multitud, tres no.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora