Capítulo 31 | Parte 1

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Parte 1

When you feel my heat, look into my eyes

Ante la oscuridad que me da estar bajo una colcha calentita y una almohada mullidita, la cual desprende un aroma a jabón de algodón y un gel de ducha que huele tan bien a una mezcla de roble, cedro, caoba, sándalo, ciruela, manzana, limón, canela y vainilla me hipnotiza. Es como vivir dentro de una bandeja de desayuno de hotel. Aunque no sepa dónde estoy me quedaría por el resto de mi vida, es un buen sitio donde morir tras haber hecho lo que quiera que haya hecho para acabar en una cama desconocida.

La sensación es tan reconfortante: el calor es relajante y el olor hipnótico, casi hasta familiar. Tan familiar como aquel día que Brandfont estuvo en mi casa y fantaseé con hacer cosas que no quería hacer.

¡Espera, qué! Por favor dime que no estoy en casa de Brandfont.

«...»

Casi de un brinco me quito la manta que me cubre y salgo a la luz, una tenue y relajante que sale de mi espalda, al voltear curiosa, el cabecero que parece de un color gris azulado esconde unos leds. Me froto los ojos y tras hacerme a la luz veo que el cabecero se extiende debajo del colchón, me cubre una colcha azul oscura; la sabana bajera y las almohadas son del mismo color y a los laterales, dos mesillas negras con cajones: la de mi izquierda hay un móvil, un soporte cargador, una botella de agua, un reloj deportivo negro y una pequeña lámpara; a la derecha hay una lámpara idéntica, un libro y encima una agenda negra.

¿Vas a contarme qué hago aquí?

Me pregunto a mí misma con la mirada perdida en la puerta de cristal de mi derecha que da paso a un pequeño estudio: una mesa contra la pared de ladrillo y una silla negra de oficina es lo único que hay. La ventana curva de metal negro me chiva que todavía es de noche.

«...»

Suspiro y me vuelvo a recostar.

El techo es blanco y lo adornan unos pequeños cilindros que deben ser más lámparas. Frente a la cama hay una cristalera cuadriculada desde la que se ve el resto de la casa en completa oscuridad, aunque gracias a la luz de aquí se puede ver un sofá largo del que sobresale la coronilla de alguien.

¿Será otro y el olor me perturba? Lo que tengo claro es que nunca he estado en esta casa. ¿Sabes quién es?

«Sí».

¿Me lo dices?

«No».

Per favore1, Costi.

«No».

Tomo aire y salgo en busca de mi calzado, solo encuentro mi jersey doblado sobre la cama, mirando al frente suspiro, unas puertas de cristal negro están a la izquierda de la cama, ¿será el baño? Porque necesito ir. Mejor no fisgar. Llena de valor y temor por lo que me pueda encontrar o a quién, camino de puntillas hasta asomar la cabeza por la cristalera cuadriculada. El alivio invade mi cuerpo a la vez que mi juicio explota al ver a Austin con la cabeza recostada y los ojos cerrados. Corriendo vuelvo a la cama y me escondo de nuevo. Al menos ya sé que estoy cerca de mi casa y que no me pasará nada, de alguna forma me siento segura.

¿Lo hemos hecho?

«...»

Voy vestida, si fuese así no se habría molestado en vestirme, ¿no?, aunque si su intención es ocultar que me hizo algo sí me vestiría de nuevo. Echo la mano al interior de mi falda en busca de... ¿De qué? Soy idiota, Austin jamás haría algo así. ¿Pero, qué hago aquí?

Cuatro son multitud, tres no.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora