Cuarenta y tres.

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     Aquel gesto, aquellas simples palabras de invitación provocaron que a Marinette se le hiciera un nudo en la garganta

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     Aquel gesto, aquellas simples palabras de invitación provocaron que a Marinette se le hiciera un nudo en la garganta. No, definitivamente no podía creer cómo día a día las personas se presentaban en su vida para ayudarla. Era inevitable -e innegable- pensar que la amabilidad de Adrien Agreste venía de familia.
     No sabía qué decir, sólo se quedó muda mirando los ojos claros de Clementine.

-Para que estés tranquila, tu abuela sigue creyendo que pasarás la Navidad con Luka, estoy segura de que si tú no les hubieras prohibido a tus amigos quedarse contigo, lo habrían hecho, pero yo no te estoy pidiendo permiso, tú viajas con nosotros, no puedes quedarte sola y no puedes dejarme con un vuelo de ida y vuelta a Minneapolis -le acarició amistosamente los nudillos-. Vamos, el paisaje es maravilloso.

-No sé qué decir, Clem -le parecía tan triste la posibilidad de quedarse sola en una fecha tan acogedora. El clima le había arrebatado pasar sus últimos Navidad y Año Nuevo con Mei y ahora le daba la oportunidad de estar con la familia del hombre al que tanto quería-. Bueno -suspiró y luego sus ojos brillaron de emoción-, está bien, pero te devolveré lo que gastes en mí.

-Haré de cuenta que no te he escuchado -rodó los ojos.

     Con cuidado la ayudó para que colocase el brazo derecho alrededor de su cuello y así ayudarla a caminar hacia el automóvil. Le daba tanta impotencia que Camilo hubiera logrado hacerle daño, más aún si pensaba que la salud de Marinette era tan frágil como un cristal. Por suerte sólo había sido un esguince y no una fractura ni nada que comprometiera alguna hemorragia externa.

     Una vez en el departamento, buscaron y guardaron en una maleta la ropa que la ojizarca llevaría. Tenía que ser abrigadora por sobre todo, pues estarían rodeadas de nieve por todas partes y no podían resfriarse.
     Clementine decidió dárselas de enfermera y dejar que la muchacha reposara sobre la cama, no podía mover el tobillo con el vendaje azul puesto. Mientras así lo hacía, le comentó que pronto debía hacerse los exámenes para chequear su salud.

     Se cercioraron de que todo estuviese asegurado y salieron del departamento.

     En el fondo le costaba dejar el lugar que su abuela le había pagado, pero sabía que el tiempo no era su mejor amigo. La vida podía llevársela antes o después de lo previsto por el médico, no lo sabía, y por eso debía aprovechar para conocer un poco más todo.
     Todo lo del tobillo, los exámenes y el hospital le había tomado un bien tiempo, por lo que eran las 6.00 de la tarde, y decidieron ir a comer antes de buscar a Dolph y August e irse al aeropuerto.

     Pensar que ese día en la mañana se había levantado con la noticia de que su abuela no podría viajar, haciéndose a la idea de que estaría sola, y de un momento a otro pasaría las fiestas con los Agreste.

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     A las 10.00 de la noche, el avión había dejado el suelo de Nueva Orleans para emprender el viaje a Minneapolis, pero no era esa la ciudad donde quedaba la bella cabaña de sus padres. Al aterrizar tomarían un avión a Grand Portage, un pueblo pequeño pero acogedor, con bellos paisajes y mucha nieve, situado en el extremo del estado. 
     Lo curioso es que toda la tarde antes de tomar el vuelo Auggie había estado gimoteando y sollozando contra Clementine y Dolph, seguramente por no dejarlo estar en los brazos de su tía Mari. Pero ahora que estaban cómodamente sentados en un vuelo de primera clase, Dolph se acercó a Marinette para que sostuviera al pequeñito entre sus brazos, pues aún parecía querer llorar.

Bitter Sweet Symphony || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora