Capítulo 12: [No es lo que era]

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Abrí lentamente los ojos, mientras mis oídos captaban lo que parecía el zumbido de una colmena de abejas.

Al esforzarme un poco noté que no se trataba del canturreo de un insecto, si no del incesante parloteo de cierto pelirrojo.

- ¿Joder y qué hago yo con esto ahora? - Decía - Dios mío... -

Lo miré, sin levantar la cabeza de la almohada en la que la tenía apoyada. Estaba frotando un pañuelo húmedo contra mi torso desnudo.

El chico limpiaba, estresado, las heridas que me había ganado en la pelea. Aún no reparaba en que yo me había despertado.

- ¿Pero a quién se le ocurre? ¡Y él solito! - Se quejaba, andando de un lado al otro de la habitación. Agarró algo de vendaje que tenía en una mesilla y se arrodilló junto a mí, rodeándome la piel de la muñeca con la rugosa tela.

- ¡Si es que borracho! ¡Era de esperar! Dios santo que chico... Más tonto y no nace...- Exclamaba, alterado, Kakyoin.

- Auch - Mascullé, mirando al joven , que apretaba frenéticamente un vendaje que rodeaba mi pecho.

- ¡Jotaro! - Exclamó, mirándome a los ojos. Sus amatistas comenzaron entonces a brillar. Ese brillo que hacía mi pecho calentarse repentinamente.

- ¿Qué cojones Kakyoin... Dónde estoy? - Dije, incorporándome sobre la cama en la que yacía, y mirando a mi alrededor.

Estaba en un cuarto de madera algo grande, con el techo forma de v boca abajo.

- Tranquilízate, Jotaro - Dijo Kakyoin, empujándome suavemente contra la cama - ¡No te levantes, estás muy malherido! - Me regañó.

- ¿Qué... Dónde? - Blabuceé. Estaba bastante mareado. Me llevé una mano a la cabeza, notando un vendaje y un paño húmedo sobre esta.

- ¿Quieres tranquilizarte, por favor? Estás en mi cuarto - Dijo Kakyoin, quitándome el paño de la frente - No hay nada que temer... -

Pude notar su tono tranquilizarse un poco, mientras sumergía el paño en un barreño, y sacaba otro, que me colocaría en seguida sobre la caliente frente.

- ¿Cómo he... Llegado aquí? - Pregunté, observando la habitación.

Era una estancia agradable. Había un pequeño mueble a los pies de la cama, y delante suya, una mesita sobre la que reposaba un ancho televisor gris. La mesita tenía estantes debajo suya, estos rebosantes de lo que parecían cintas de video, casettes y videojuegos.

Al lado de la mesilla había un escritorio y una silla de estudios, colocados estratégicamente frente a un ventanal que inundaba la habitación de una cálida luz anaranjada

- ¿Qué hora ... - Murmuré.

- ¡Dios Jotaro! - Volvió a estresarse Kakyoin - ¡Estás ardiendo! - Dijo, palpándome la frente. - Es que ¿A quién se le ocurre? ¡Y en un día tan frío como el treinta y uno de diciembre! - Comencé a notar las facciones de Kakyoin contraerse.

- ¡Ni siquiera te cae bien el presidente! ¿¡Por qué Jotaro, dime por qué... - El pelirrojo planeaba continuar pero yo lo interrumpí.

- Esos chavales lo iban a masacrar... - Expliqué - y no es que no me caigáis bien los del consejo... Sólo pienso que sois una panda de estirados finolis... - Dije a duras penas.

Kakyoin, aún con una expresión estresada, rió suavemente.

- Estirada tu tía... - Dijo, sonriendo - Me has dado un susto de muerte... -

Me reí. Me sentí feliz... Observando al chico, de rodillas junto a la cama.

-¡No te rías! - Me reprochó - So cabrón... - Dijo, riéndose.

𝑨𝒓𝒐𝒎𝒂 𝒂 𝒍𝒂𝒗𝒂𝒏𝒅𝒂 ~ [𝙹𝚘𝚝𝚊𝚔𝚊𝚔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora