Capítulo 1

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Draco

Me incliné sobre la mesa, y el bullicio del concurrido restaurante se difuminó mientras trataba de controlar la furia.

Intenté contener el deseo de gritar y mantuve la voz baja, si bien cada palabra rezumaba ira.

—¿Qué has dicho? Estoy seguro de que no te he oído bien.

David se acomodó en su silla, sin preocuparse en lo más mínimo por mi cabreo.

—He dicho que Tyler va a ser ascendido a socio.

Apreté el vaso que tenía en la mano con tanta fuerza que me sorprendió no romperlo.

—Se suponía que ese ascenso era mío.

Él se encogió de hombros.

—Las cosas han cambiado.

—Me he dejado los cuernos trabajando. He traído nueve millones a la empresa. Me dijiste que si superaba lo del año pasado, sería socio.

David agitó una mano.

—Y Tyler ha traído doce millones.

Estampé la palma de la mano contra la mesa, sin importarme si llamaba la atención de los demás o no.

—Eso es porque el muy cabrón me la jugó y me quitó al cliente. La idea de la campaña fue mía. ¡Él me quitó de en medio!

—Es tu palabra contra la suya, Draco.

—Y una mierda. ¡Esto es una mierda!

—La decisión está tomada, y la propuesta ya está hecha. Esfuérzate y tal vez el año que viene será tu año.

—¿Y ya está?

—Ya está. Te has ganado una generosa prima.

«Una prima».

No quería otra maldita prima. Quería el ascenso. Debería haber sido mío.

Me puse de pie tan rápido que volqué la silla, que golpeó el suelo con fuerza. Me enderecé para enfatizar mi metro ochenta y dos de altura, y lo miré con el ceño fruncido. Teniendo en cuenta que David no superaba el metro setenta y dos, sentado me parecía muy pequeño.

David enarcó una ceja.

—Cuidado, Draco. Recuerda que en Anderson Inc. lo importante es el trabajo en equipo. Sigues formando parte del equipo. Una parte importante.

Lo miré fijamente, reprimiendo el deseo de mandarlo a la mierda.

—El equipo. Ya.

Me alejé meneando la cabeza.

●●●

Volví al trabajo y entré dando un portazo. Mi asistente me miró, sorprendido. Tenía un sándwich a medio comer en la mano.

—¿Qué narices le tengo dicho de comer en la mesa? —le solté.

Él se puso en pie con torpeza.

—Es… estaba usted fuera —tartamudeó—. Estoy trabajando en sus gastos y he pensado que…

—Pues ha pensado mal, joder. —Me incliné sobre la mesa y le quité el dichoso sándwich de la mano, haciendo una mueca por la atrocidad—. ¿Mantequilla de cacahuete y mermelada? ¿El sueldo no le da para más o qué? —Solté un taco cuando la mermelada me manchó el borde de la chaqueta—. ¡Joder!

Su cara, ya blanca de antemano, perdió todavía más color al ver la mancha roja que se extendía sobre mi traje gris.

—Señor Malfoy, lo siento mucho. Lo llevaré a la tintorería ahora mismo.

Contrato de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora