Capítulo 17

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Esperé en la cocina, paseándome de un lado para otro mientras me colocaba bien la corbata una y otra vez.

El dichoso trapo no se aplastaba por más que lo intentara, como si se me hubiera olvidado cómo hacer un nudo Windsor en condiciones.

No se debía a los nervios. No tenía motivos para estar nervioso; Harry y yo simplemente íbamos a pronunciar unas palabras, a firmar un documento y a quitarnos de encima el requisito del matrimonio. Otra parte más de mi plan. Algo sencillo. Sin significado alguno.

Le di otro tirón a la corbata de seda. ¿Por qué no se quedaba en su sitio, joder?

—Draco, como le des más tirones, te vas a quedar sin ella. ¿Qué te ha hecho la pobre corbata?

Alcé la vista, sobresaltado. Harry estaba en el vano de la puerta y parecía tan nervioso como yo, aunque estaba mucho más guapo.

—¡Hala!

Llevaba un traje sencillo de color blanco roto que le ceñía la estrecha cintura y quedaba perfectamente amoldado a su masculina figura. La parte superior dejaba a la vista su aliciente cuello y las finas clavículas. Llevaba el pelo apartado de la cara, y la melena ondulada le caía con gracia hacia atrás. El tono del traje le sentaba de maravilla. Miré hacia abajo y sonreí al ver sus zapatos: unos Lukas Chelsea pequeños y con un tacón diminuto. Eran perfectos. Me había acostumbrado a su altura cuando lo llevaba del brazo y no quería que fuera más alto.

Me acerqué a él y le tomé una mano para llevármela a los labios.

—Estás precioso.

Harry bajó la mirada y después enderezó los hombros.

—Gracias.

—No. Soy yo quien debe darte las gracias.

—¿Por qué?

—¿Por dónde quieres que empiece? En primer lugar, por haber aceptado este acuerdo. En segundo lugar, por ceñirte a tu palabra, aunque tengas todo el derecho del mundo a mandarme a la mierda —Extendí un brazo y me enrosqué un mechón de su pelo ondulado en torno a un dedo. Era suave y cuando lo solté, regresó de nuevo a su lugar, recuperando las ondas—. Y por último, por ser mejor persona que yo —añadí con total sinceridad.

Harry tenía los ojos brillantes.

—Es lo más bonito que me has dicho desde que nos conocemos.

—Lo sé. No he hecho un gran esfuerzo por dejar de ser un gilipollas, ¿verdad? —Enfrenté su mirada y me negué a apartar la vista—. A partir de ahora lo intentaré con más ahínco.

Lo vi morderse el interior de un carrillo con fuerza.

—Oye. No hagas eso. —Reí entre dientes al tiempo que le acariciaba la cara con un dedo—. Nada de sangre el día de nuestra boda.

Esbozó una sonrisilla. Me incliné para tomar el regalo que le había comprado y le ofrecí el ramillete de flores.

—Son para ti.

—¡Oh, vamos!

—He pensado que te gustarían —dije, un tanto avergonzado.

Harry resopló. Luego enterró la nariz en las flores.

—Me encantan. —Frunció el ceño—. ¿Y tú?

—Me niego a llevar ramo. —Sonreí de forma burlona con la intención de aligerar la seriedad del momento.

Él movió la cabeza mientras sonreía y se acercó a un cajón para buscar algo. Tras mirar el ramo, eligió una rosa que procedió a cortar con cuidado y después me la colocó en el ojal de la solapa. Esos masculinos dedos obraron su magia y me colocaron la corbata en su lugar. Acto seguido, le dio unas palmaditas a la prenda de seda, satisfecho.

Contrato de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora