Capítulo 26

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Aunque sabía que no estaba allí, miré hasta en el último rincón del piso.

Cuando llegué a su armario y a su cómoda, me di cuenta de que había dejado la mayoría de la ropa que le había comprado, pero faltaban algunas prendas. Las dos cajas que todavía no había abierto seguían en su armario, también había pertenencias suyas en el cuarto de baño, pero la única maleta que tenía había desaparecido.

Recordé que la noche anterior oí que se abrían y se cerraban cajones. Lo que supuse que era una reorganización, sólo eran los preparativos para abandonarme.

Me senté en el borde de su cama y me agarré la cabeza con las manos.

¿Por qué? ¿Por qué se acostó conmigo si sabía que iba a dejarme? ¿Por qué se había ido?

Mascullé un taco… la respuesta era evidente. Penny había muerto. Ya no necesitaba los medios para cuidar de ella, lo que quería decir que ya no necesitaba fingir que estaba enamorado de mí.

Nos llevábamos bien, o eso creía yo. Estaba convencido de que Harry sentía algo. ¿Por qué no había hablado conmigo?

Solté una carcajada en la habitación vacía. Pues claro que no iba a hablar conmigo. ¿En qué momento le había dicho que podía hacerlo? Nos habíamos convertido en enemigos amistosos, unidos por un objetivo común. Ese objetivo había cambiado en su caso. Tal vez yo hubiera planeado hablar con él, pero Harry no tenía ni idea de lo que yo sentía. Aún era incapaz de entenderlo, no terminaba de asimilar lo mucho que habían cambiado mis sentimientos.

La pregunta que se repetía sin cesar en mi cabeza y que no tenía el menor sentido era: «¿Por qué se ha acostado conmigo?». Se me heló la sangre en las venas cuando me asaltaron los recuerdos de la noche anterior.

Era virgen… y yo no había usado protección. Estaba tan absorto en el momento, en Harry, que ni había pensado en el tema hasta ese instante. Le había hecho el amor sin preservativo. Siempre usaba preservativo… nunca había discusión al respecto con mis parejas.

Me aferré la nuca, presa del pánico.

Se había marchado. No tenía ni idea de dónde estaba, ni tampoco sabía si se encontraba bien. Y mejor no pensar en cual sería mi reacción si algo le pasaba y yo no estaba ahí. ¿Pensaría Harry en esa posibilidad?

Corrí hacia el despacho, más ansioso que nunca, y encendí el portátil. Comprobé el historial de navegación, pensando que quizá hubiera usado el ordenador para comprar un billete de avión o de tren, pero no encontré nada. Comprobé las cuentas bancarias y me quedé de piedra al ver que el día anterior había retirado 20.000 dólares. Recordé que dio un paseo por la tarde, que insistió en ir solo. Había ido al banco y había retirado, o transferido, el dinero de su cuenta. Dos meses de «salario» fue lo único que se llevó.

Mientras repasaba los cargos de su cuenta, descubrí que, salvo los gastos de Penny, no había tocado un solo centavo. No había gastado nada en él. No se había llevado nada para su futuro.

Estaba más desconcertado si cabía. No quería mi dinero. No me quería a mí. ¿Qué quería Harry?

Tamborileé con los dedos sobre el escritorio. Había dejado las llaves y la tarjeta de acceso, lo que quería decir que no podría entrar en el edificio ni en el piso. Sabía que, con el tiempo, se pondría en contacto conmigo para pedirme las cajas que había dejado atrás, y yo insistiría en verlo primero.

Desvié la vista hacia la estantería del despacho y me di cuenta de que habían desaparecido las cenizas de Penny. Se las había llevado allí donde se hubiera ido. Pero lo conocía lo suficiente para saber que querría las fotos y el contenido de las cajas que había en la planta superior. Estaban llenas de objetos personales, cosas que él consideraba importantes.

Contrato de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora