Capítulo 10

1.4K 161 50
                                    

Harry

La mañana fue muy tensa para mí… incluso Draco se dio cuenta. Aunque tenía pocos objetos personales en el despacho, lo ayudé a recoger algunos premios, unos libros y un par de camisas que tenía guardadas para las emergencias.

Negaba con la cabeza mientras doblaba una y acaricié una de sus mangas. Todas sus camisas estaban hechas a medida, y llevaban las iniciales DLM bordadas en los puños. Un detalle lujoso que solo él era capaz de lucir con soltura.

Sus objetos solo llenaron dos cajas de cartón. El despacho era tan impersonal como el piso. Eché un vistazo a mi alrededor y me di cuenta de que no había cambiado mucho. Nadie se daría cuenta, a menos que observara con atención.

Me fijé en una figurita y me puse de puntillas para tomarla del estante.

—¿Quieres llevártela, Draco?

Clavó la mirada en la figurita, pero antes de poder contestar, la puerta del despacho se abrió de par en par.

Era David, que se paró en seco al vernos. Draco estaba apoyado en su escritorio, con la carta de renuncia en la mano, y yo estaba de pie, con la figurita en las manos, junto a una caja abierta. David echaba humo por las orejas.

—¿Qué cojones pasa aquí?

Draco se apartó del escritorio y se acercó a mí. Me quitó la figurita de las manos, esbozó una sonrisilla desdeñosa, la metió en la caja y luego la tapó.

—Creo que ya hemos terminado, Harry. Ve a tu mesa y espérame allí.

Me quedé paralizado. La sensación de sus dedos al acariciarme la mejilla me sacó de mi estupor.

—Cariño —murmuró. Su voz sonó muy ronca en mis oídos—. Vete.

Lo miré y parpadeé.

«¿Cariño?».

¿A qué estaba jugando?

Se inclinó y sentí su cálido aliento en la piel.

—No me pasará nada, ve a tu mesa. Nos iremos enseguida. —Me colocó la mano en la cintura y me dio un empujoncito.

Totalmente confundido, hice lo que me ordenaba. No había dado ni dos pasos cuando David empezó  gritar. Soltó tacos y alaridos, e hizo ademán de tomarme del brazo.

Draco lo apartó de un empujón y se interpuso entre nosotros.

—No lo toques, David. ¿Me has entendido?

—¡Qué narices! ¿Te lo estás… te lo estás tirando, Draco? ¿Me estás diciendo que tienes una aventura con tu asistente?

Contuve el aliento, sin saber qué iba a pasar a continuación.

—No es una aventura, David. Estamos enamorados.

David se echó a reír de forma desagradable.

—¿Enamorados? —resopló con desdén—. Pero si no lo soportas. ¡Llevas meses intentando deshacerte de él!

—Una buena excusa. Una que te tragaste enterita, con anzuelo y todo.

David habló con voz gélida:

—Acabas de firmar tu sentencia de muerte en esta empresa.

Draco soltó una carcajada.

—Demasiado tarde. —Le dio las dos hojas de papel con el membrete de la empresa a David—. Renuncio. Al igual que mi prometido.

David se quedó boquiabierto.

—¿Tu prometido? ¿Vas a tirar tu carrera por la borda por un trozo de carne? ¿Por un polvo de mierda?

Contrato de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora