Capítulo 4

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El ruido de la cinta de correr era un zumbido constante bajo mis pies mientras corría.

Apenas había pegado ojo la noche anterior y estaba de un humor de perros. El sudor me corría por la espalda y por la cara. Tomé una toalla y me sequé de mala manera antes de tirarla al suelo. Mi iPod sonaba a toda pastilla con música heavy, pero no estaba lo bastante alto, así que subí el volumen, agradecido porque el piso estuviera insonorizado.

Seguí corriendo a un ritmo casi frenético. Había repasado todas mis opciones y planes durante la noche y había acabado con dos ideas.

La primera era que si Blaise y Ron conseguían meterme en la empresa, podría intentar pasar la entrevista dándole a Remus detalles muy vagos acerca de la persona que supuestamente había cambiado mi punto de vista y, por tanto, me había reformado.

Si jugaba bien mis cartas, podría mantener la farsa hasta demostrarle mi valía a Remus y luego decir que había pasado lo impensable: esa persona perfecta me dejaba. Podría fingir que estaba destrozado y volcarme en el trabajo.

Sin embargo, a juzgar por lo que Blaise me había explicado, la idea seguramente no funcionaría. Tendría que presentarle a una pareja de verdad, una que convenciera a Remus de que era mejor persona de lo que él creía que era. Alguien, en palabras de Blaise, «sensata, agradable y afectuosa».

No conocía a muchas personas que encajasen en todas esas categorías, a menos que tuvieran más de sesenta años. No creía que Remus se tragara que me había enamorado de alguien que me doblaba la edad. Ninguna de las personas con las que me relacionaba pasaría su inspección.

Sopesé la idea de contratar a alguien, tal vez a una actriz, pero parecía demasiado arriesgado.

Las palabras de Blaise no dejaban de repetirse en mi cabeza.

«Estás ciego, Draco. Tienes la solución delante de las narices».

El señor Potter.

Blaise creía que debía usar al señor Potter para que fingiera ser mi novio.

Si me distanciaba de la cuestión e intentaba ser objetivo, debía admitir que tenía razón. Era la tapadera perfecta. Si Remus creía que me marchaba de Anderson Inc. porque estaba enamorado de mi asistente personal y lo elegía a él, y a nuestra relación por encima de mi trabajo, ganaría muchos puntos.

No se parecía en nada a cualquier otra persona con la que hubiera estado. Blaise creía que era agradable, inteligente y encantador. Parecía caerles bien a los demás. Todo eran ventajas.

Salvo que estaba hablando de el señor Potter.

Apagué la cinta de correr con un gruñido y tomé la toalla que había tirado. Una vez en la cocina, saqué una botella de agua y me la bebí de un tirón antes de encender el portátil. Inicié sesión en el sitio web de la empresa, repasé los archivos de personal y me detuve al llegar a la ficha del señor Potter.

Estudié su fotografía mientras intentaba ser objetivo.

No tenía nada reseñable, salvo los brillantes ojos verdes, rodeados de largas pestañas y escondidos tras esas gafas horrendas y pasadas de moda. Tenía el cabello corto y oscuro, pero siempre lo llevaba rebelde y voluminoso. Tenía la piel muy blanca. Me pregunté qué aspecto tendría tras pasar por las manos de un estilista profesional y vestido con ropa decente.

Miré la pantalla con los ojos entrecerrados, concentrado en su imagen. Dormir unas cuantas horas no le iría mal para librarse de las ojeras que tenía y tal vez le sentaría bien comer otra cosa que no fuera sándwiches de mantequilla de cacahuete y mermelada. Estaba como un palo. Me gustaba que mis parejas tuvieran más curvas.

Contrato de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora