Capítulo 32

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El apartamento estaba en silencio cuando llegamos.

Solté las bolsas en el suelo y recorrí con la mirada el caos que había dejado al marcharme.

—Debería haber limpiado. Pero me moría por encontrarte.

Harry empezó a dar vueltas por el apartamento mientras recogía un par de botellas.

—Tienes que dejar de beber tanto whisky.

Las palabras brotaron de mi boca antes de poder impedirlo:

—Y tú tienes que dejar de abandonarme.

Puso los ojos como platos.

Me di un tirón del mechón de la frente.

—Joder. No llevamos en casa ni cinco minutos y ya ha salido el capullo a la luz.

—Eso tengo que admitirlo. No debería haber huido. Debería haberme quedado para hablar contigo.

Extendí los brazos y me aferré a él.

—No tenías motivos para confiar en mí. Me aseguraré de que no tengas esa excusa la próxima vez. Claro que —añadí— no va a haber una próxima vez.

Se acurrucó contra mí.

—No.

—¿Eso quiere decir que todo está aclarado?

—Ajá.

Al moverme, los trocitos de cristal crujieron bajo mis pies y miré el suelo con una mueca.

—Ten cuidado.

—¿Otra gilipollez del capullo?

—De las gordas —reconocí—. Estaba enfadado contigo… pero se me pasó enseguida.

—Creo que era lógico que lo estuvieras.

—Llamaré a alguien para que venga a limpiar.

Él negó con la cabeza mientras sonreía.

—No es para tanto. Podemos recogerlo todo en un momento. —Se agachó y tomó su bolsa—. Pero vas a encargar la cena y recogerás los platos.

Tomé mi bolsa y lo seguí por el apartamento.

—Ya empiezas a dar órdenes.

—Vete acostumbrando. —Volvió la cabeza y me guiñó un ojo.

Le di una palmada en el culo, arrancándole un grito y haciendo que intentara alejarse de mí. Tropezó y casi se cayó por los escalones, pero conseguí atraparlo por la cintura.

—Lo siento, cariño. Se me ha olvidado lo de tu pierna. ¿Estás bien?

Me echó los brazos al cuello.

—Estoy bien. Pero puedes llevarme en brazos hasta el dormitorio.

Lo levanté en brazos y me apoderé de su boca, y lo besé hasta llegar a nuestro dormitorio. Al cruzar la puerta, lo dejé en el suelo y me aparté de él.

—Bienvenido a casa, señor Malfoy.

Me miró con una sonrisa mientras me acariciaba el mentón con los dedos.

—Tienes más barba de lo normal.

—Ya me afeitaré después.

—La verdad es que me gusta.

—Pues no me afeito.

Se puso frente a mí y me besó en la mejilla.

—Está bien —Echó un vistazo a su alrededor—. ¿Por dónde quieres empezar?

Contrato de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora