VII

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—¿Dejaremos aquí la lección?

Baelon no demoró en alzar la vista del libro, para ver rápido a su padre, que lo miraba de forma seria. Con ese mismo gesto molesto que empezó a tener en el rostro desde el día que se negó a rechazar, como se debía, a Maegor y Aemma como sus futuros esposos. Tampoco pensaba faltar a la promesa que le hizo a su hermana, que tosió de forma disimulada frente a él, llamando la atención de Aegon, que solo se cruzó de brazos. Aguardando a que contestara lo preguntado por el maestre Gerardys.

—Sí, mi vista se siente cansada —mintió, frotando sus ojos.

—De ser ese el caso, vendrá conmigo, mi príncipe. Debo suministrar las gotas correspondientes para que su vista no se vea afectada a futuro —dijo el hombre, cerrando el libro. Dando por terminada la lección. Alicent a su lado sonrió entusiasmada. De seguro se escaparía a los patios de entrenamiento.

—Un momento maestre. Llevan repasando esta lección desde hace semanas. Mi hijo sabrá decirme ¿cual es el emblema de la casa Cargyll? Después de todo, dos de sus miembros sirven a nuestro cuidado —increpó Aegon, cruzándose de brazos, viéndolo de esa forma fría y molesta.

Le dio un rápido vistazo a las hojas del libro que tenía abierto, buscando alguna palabra que le de una pista. Tratando de hacer memoria de los incontables apellidos y los blasones que portaban las casas. Jacaerys ya le había advertido que su deber como príncipe era saber diferenciar los escudos de las familias juramentadas a la casa Targaryen. Ya que al menos, de esa manera, demostraría el interés que tenía por su pueblo. Ahora que formaba parte de la línea de sucesión en el trono, su padre le advirtió que no solo debía saber los apellidos y emblemas de las casas a su servicio, sino de toda Poniente. Pero al tratar de buscar en su memoria algo que se le asemejara al apellidos de los gemelos que estaban al servicio de su padre y abuela, nada llegaba a su mente.

Corlys tiro de forma leve la manga de su chaqueta, haciendo que volteara la vista a su libro, donde con tinta corrida se leía: ganso dorado sobre campo de ballas de golas y sable. Baelon se puso nervioso. No podía repetir eso. ¿Que significaban las ballas de golas?

—No lo sé —admitió, tímido, bajando la mirada. Sabiendo de memoria el gesto que su padre pondría.

—Pues, deberías comenzar a saberlo. No olvides que subirás al trono luego de que Jacaerys y yo lo sedamos, y seria una autentica verguenza que uno de sus Reyes no sepa diferenciar cual es el blasón de las casas que le sirven —espeto con enojo, abandonando el lugar.

Bajo la mirada, avergonzado. Baelon podía sentir los ojos del maestre sobre su cabeza, preocupado. Las miradas de lástima que sus hermanos comenzaron a expresar al ver el cambio que tuvo su papá Aegon hacia su hermano mayor.

—No le hagas caso, hermano —trato de animarlo Aenys, luego de que la habitación estuviera sumida en silencio, girando las páginas del libro. Baelon podía jurar que no había leído nada de lo que pidió el maestre —. Serás rey y tendrás a Maegor y Aemma para ayudarte en todo. Nuestro padre exagera.

—Es cierto. Hoy nuestro padre parece más molesto de lo normal — afirmó la querida Aemma, mirándolo a los ojos. Corlys y Alicent le dieron la razón —. Y no te preocupes Baelon, yo te ayudaré en todo.

La sonrisa que empleó para transmitir su confianza, lo paralizó. Era consciente de lo cariñosa que era su hermana con todos, pero los diversos gestos que empezó a tener con él, le seguían resultando extraños. Casi errados de la niña con la que jugó desde que era una bebé y juró proteger. Aún le costaba asimilar que aquella niña se volvería su esposa. Supo disimular muy bien el malestar que se instaló en su estómago.

Hizo una promesa. La tenía que respetar.

—Mi príncipe, debe acompañarme. Su vista debe ser revisada cuanto antes —recordó el maestre, que esperando a que el adolescente se ponga de pie, caminó lento hacia la salida.

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