Arderemos en los siete infiernos, se había atrevido a decir el Pastor cuando le preguntó por sus últimas palabras. Juntos purificaremos nuestras almas en los siete infiernos. Sonrió de forma retorcida. Burlándose por su intento de aplacar su ira contra ese hombre y sus seguidores. Sabes que te lo mereces. Sangre y fuego. Sangre y fuego. Todos seremos purificados por los siete.
Aegon era consciente de los sacrificios que estaría dispuesto a hacer por sus hijos. Y si tenía que arder por ellos, con gusto lo haría. Lo que lo asustó fue la forma en la que ese hombre lo miraba, como si sus palabras fueran una verdad anunciada para su muerte. Una profecía que iba a cumplirse le gustase o no. Como si en los siete infiernos hubiese un cupo reservado para él por las atrocidades que cometió.
Retiró el paño de la frente de Baelon, lo humedeció y lo volvió a colocar sobre la frente, con cuidado, sin intención de despertar a su hijo, que ardía en fiebre. Vio de soslayo la escayola que decoraba su brazo y pierna, que descansaba sobre un par de almohadas. Los moretones sobre su rostro. Los que decoraban su cuerpo como un claro recordatorio de lo que esas personas serían capaz de hacerle aun si él pensaba sacrificarse por sus hijos. Ellos no mostrarían compasión ni piedad. ¿Por qué él debía tener algo de eso con ellos?
Tu y yo sabemos que ellos se merecían eso. Son creaciones mal sanas. Atrocidades que merecen arder, al igual que nosotros, por existir.
Las cosas que pudo hacerle. Las torturas por las que debió hacerlo pasar si solo Daemon se lo hubiese permitido. Pero las órdenes eran claras: debían ejecutarlos de inmediato. Sus actos no podían ser defendidos. No cuando sus víctimas aún sangraban y se retorcían de dolor, llorando por justicia. Al menos se salió con la suya y en vez de hacerlos pasar por la espada como en un inicio se tenía estipulado, Aegon pudo hacerlo más interesante y hacerlos arder hasta la muerte.
Ambos arderemos, fueron las palabras que escuchó fuerte y claro antes de decir dracarys. Ambos arderemos en los siete infiernos.
Si tenía que ir a los siete infiernos y arder por vengar a sus hijos, lo haría. Porque sabría que se lo ganó con mucho esmero y por una causa importante. Siguió las leyes de la Reina, cumplió como padre y esposo. Los responsables fueron castigados. Todo debía estar en orden.
Así que si tendría que encontrarse con ese hombre en ese lugar, no temería. Los dragones no arden ni temen al enemigo, ellos eran respetados y temidos. Y así como en la tierra se ganó el respeto de todo un Reino por ese simple acto de justicia, lo haría del mismo modo en el infierno. Así lo empezaran a señalar como Maegor, el cruel.
—¿Aún no le baja la fiebre?
Jacaerys se paró a su lado, mirando de cerca a su hijo. Aegon busco su mano con cuidado de no asustarlo. En los últimos días su amado se había encontrado tan nervioso, que debía tomar un té especial para dormir y calmar sus nervios.
Su agarre fue correspondido de una forma tan delicada, que Aegon deseo abrazarlo en vez de solo tomar su mano. ¿Hacía cuánto que no se abrazaban al dormir? Desde la noche del incidente parecía que algo había cambiado entre ellos, algo que ninguno de los dos se atrevía a mencionar.
—Sigue igual que ayer. El maestre dijo que esto durará un par de días a causa del malestar que su cuerpo está sufriendo por las fracturas. Solo espera que el tratamiento que está administrando acelere la cicatrización.
—Esperemos que sí. Aemma aún guarda silencio a todo lo que se le diga. Al menos sus heridas se están curando como es debido —dijo, jalando una silla para sentarse a su lado.
—¿Le realizaron la humillante revisión que el Septo Supremo exigió?
—Sí —contestó en un suspiro —. Nuestra hija no fue mancillada ese día.
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Consejos poco Prácticos
Fiksi PenggemarAemond esta harto de que Jacaerys le hable de Aegon. Así que en su último atisbo de paciencia, aconsejara a su sobrino de como puede conquistar al idiota de su hermano. Fic Lucemond y Jacegon