Se sentía bien estar rodeado por sus brazos, sentir su pecho contra el suyo, la fricción que su abdomen ejercía en su miembro, estimulándolo. Apenas rompieron el beso, Jacaerys oculto su rostro en el hueco del cuello de Aegon, respirando de forma queda, aguantando los gemidos que amenazaban con abandonar sus labios. No opuso resistencia cuando intercambiaron posiciones, sujetando las sábanas apenas su cuerpo tocó la cama, gimiendo su nombre como un incentivo para que no se detuviera y les permitiera llegar a ambos al final.
Jacaerys lo abrazó con sus piernas apenas Aegon se acercó a besarlo, volviendo a demandar sus caricias y cercanía. Gimiendo su nombre ante el cambio del ritmo lento que estaban teniendo sus embestidas; pidiendo que no se detuviera, exigiendo más porque se encontraba cerca del clímax.
El calor abrazó todo su cuerpo, haciéndolo vibrar de pies a cabeza, deseando, aunque fuera inapropiado, que los dioses los bendijeran con otro bebé. Aún eran jóvenes, podían darse el lujo de tener un par de niños más para agrandar su familia.
Aegon se recostó a su lado después de cubrirlos a ambos con las sábanas. Abrazándose al pecho de Jacaerys, tratando de no romper la unión que aún los mantenía unidos después de su agradable encuentro.
Las puertas de la recamara se abrieron de golpe, revelando la figura de Ser Arryk, que se veía preocupado.
—Disculpen la intromisión, mis príncipes. Se requiere su presencia en la estancia de la Reina.
—¿Ocurrió algo con mi madre? —quiso saber Jacaerys, alargando la mano a la bata que estaba a centímetros de la cama.
Dentro de unos días se celebraría el torneo por el vigésimo segundo año de casados de sus padres. Nada podría perturbar la celebración.
—No, mi príncipe, es... son sus hijos. Fueron atacados en el Lecho de Pulgas.
No necesito escuchar más para dejar caer la bata y recoger sus prendas regadas por el suelo, volviéndose a vestir lo más rápido que podía. A su lado, Aegon se veía asustado. Sus manos temblaban cada que trataba de cerrar los botones de su chaqueta. Jacaerys lo ayudó rápido y ambos abandonaron la comodidad de su recamara, seguidos por Ser Arryk, que estuvo esperando por ellos en la puerta.
Aún no podía entender porque sus hijos fueron atacados, y lo peor de todo: ¿qué hacían ellos en el Lecho de Pulgas? No quiso exaltarse ni imaginar las cosas raras que podía inducir a un jovencito de veinte y otra de dieciséis a escapar a un lugar repleto de violencia y libertinaje. Aunque por las edades y el hecho de que irían a casarse, tal vez, los indujo a cometer actos que sabía serían descubiertos por cualquier oído atento que rondará las paredes y supiera dónde escuchar.
Lastima que sus precauciones por la cercanía que podían tener antes de su boda, habían salido erradas.
Toda suposición desapareció de su mente apenas las puertas de la recámara de la Reina se cerraron y sus ojos vieron la escena más triste y desagradable que alguna vez pudo presenciar. Casi se podía igualar a la noche del ataque en Driftmark. Con la única diferencia que ahí no habían ojos chismosos que difundirán los hechos ni una madre furiosa que pediría un ojo como pago. Jacaerys arrancaría las cabezas de todo aquel que se atrevió a tocar a sus hijos y ¿sobrino? Ahí cayó en la cuenta que Maegor estaba sentado en otro de los sillones, quejándose de dolor.
Aegon se sujetó con fuerza de su brazo.
—Dime que lo que estoy viendo no es real —pidió, afectado por la visión mórbida de ver a sus hijos llenos de moretones, con las ropas sucias o rasgadas, manchadas de sangre.
No tuvo que responder, la forma estrepitosa con la que Aemond y Lucerys corrieron hacia su hijo, fue prueba suficiente para señalar todo como real. Aegon corrió hacia Aemma.
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Consejos poco Prácticos
Fiksi PenggemarAemond esta harto de que Jacaerys le hable de Aegon. Así que en su último atisbo de paciencia, aconsejara a su sobrino de como puede conquistar al idiota de su hermano. Fic Lucemond y Jacegon