Capítulo 14- El profesor que se enamoró de la prostituta.

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Sabía que no debía estar allí, que no debió ni cruzarme por la mente la simple idea de dejar mi casa esa mañana, pero una llamada para saber cómo estaba nunca me iba a ser suficiente no luego de todo lo que habíamos vivido y estando a unos cuantos minutos de distancia en auto. Respiré profundo, en aquel parque donde unos días atrás disfrutamos de un helado casi como una familia. Estaba haciendo todo lo que me había prometido no hacer. Mentirle a Klaus, pensar en Leo.

—Estás a tiempo de irte Sam— me dije mientras salía del auto.

Caminé nerviosa hasta el medio del parque, cerca del área de juegos donde un par de niños disfrutaban de su domingo. Sus padres les llamaron, era casi mediodía, dos horas posteriores a la marcada por Leo. Miré a mi alrededor y me encontré sola en medio del sol ardiente del meridiano.

—Pero qué hago aquí? Leo seguro y ni vino y si lo hizo ya se fue hace mucho— me dije.
Di media vuelta, comencé a caminar deprisa a mi auto, entonces frente a mí apareció Leo.

Respiraba agitado, una gota de sudor le corrió desde la cien.

—Leo— dije.

—Te vi llegar, cruzaste a mi lado en la esquina…— dijo.

—Y corriste desde allá toda la cuadra?—pregunte.

—Correría aún más para encontrarte Sam— dijo y mis labios dibujaron una sonrisa que no puede ocultar.

Miré su rostro, las secuelas de su pelea con Klaus no eran tan notorias como imaginé que serían. Un ojo un tanto morado y un par de pequeños rasguños. Me acerqué y con cuidado le toqué. Sus ojos se cerraron y me asusté creyendo que le había lastimado de alguna manera así que enseguida me aparté pero él tomó mi mano aún elevada a la altura de su cara y presionó mi palma contra su piel haciendo que mi corazón saltara dentro de mi pecho.

—No debí venir…— dije en tono bajo casi en un lamento.

—Pero aún así lo hiciste — contestó él. Se acercó a mis labios buscando un beso que enseguida negué girando mi rostro en otra dirección.

—Solo quería saber si estabas bien. Klaus y tú se pegaron muy fuerte— dije dando unos pasos hasta la sombra de un árbol cercano.

—Podías solo haber llamado entonces — dijo él.

—Si. Fui una tonta, es exactamente lo que debo haber hecho—

Nos quedamos en silencio unos segundos, viéndonos a los ojos como la primera vez que nos conocimos, sabiendo que el otro sin buscarlo nos cambiaría la vida para siempre, para bien o para mal.

—Sam, tú y yo…— comenzó entonces a decir.

—No existe más un tú y yo Leo. No hay un nosotros… existe un Alison y tú, y un Klaus y yo…— me apresure a decir.

Leo se aproximó a mí, mi espalda contra el árbol, la luz que se colaba a través de las hojas iluminaban sus ojos verdes y su cabello dorado de manera casi élfica.

Sus labios besaron los míos y como la cosa más natural del mundo le correspondí sucumbiendo a su habilidad para dejarme débil bajo su abrazo. Dejó un pequeño beso sobre mi mejilla.

—Siempre existirá un nosotros mi Samantha. Un Leo y Sam, no importa lo que pase…— dijo. No estaba siendo racional así que le aparté con cuidado de mi.

—No sabes lo que dices…—

Leo nuevamente me tomó entre sus brazos, viéndome con desespero.

—De hecho todo está más claro que nunca antes Sam. Traté de odiarte, de aborrecerte y cuando creí que lo había logrado regresas y me doy cuenta de que no sólo no soy capaz de sacarte de mi ser sino que te amo más que nunca…— confiesa y me salta el pulso.

Marcada: Jacobs, Stewart, Schmidt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora